Siempre recibo de la Fundación Felicidad para Todos (Felitodos), que preside el Rvdo. Padre Gregorio Mateu, mensajes de esperanza y de luz, pero sobre todo, de felicidad. Sus "Comunicaciones sin fronteras" representan destellos que me llegan en medio de vivencias donde no todo es color de rosas. De ahí recibí "Gotas de Sabiduría" y "Evaluaciones de mi vida", y me he sentido atraída a compartir con Uds. algunas reflexiones,  partiendo de que todavía cuento con un año nuevo en sus inicios.

Me deslumbra saber que cada cuerpo humano tiene 800 mil millones de células y cada cerebro, 13 mil millones de neuronas. Que cada ojo de los nuestros tiene 100 millones de receptores para apreciar los colores y la luz y que los oídos tienen 24 mil millones de filamentos para armonizar los sonidos.

Me ha impresionado conocer, a esta edad nada corta, que tenemos en el cuerpo 500 músculos, 200 huesos y 7000 nervios sincronizados y que nuestro corazón bombea, hora tras hora, 36 millones de latidos al año.

Me ha parecido poco, que apenas tengamos 5 litros de sangre, pero me ha emocionado que la misma contenga 22 millones de células sanguíneas, y que cada día mueren en el organismo humano dos millones de células que a su vez son remplazadas por dos millones más, en un renacimiento que se mantiene invariable desde que cada hombre y mujer nace; que en cada cerebro humano hayan 4 millones de estructuras sensibles al dolor, 500 mil detectores táctiles y 200 mil detectores de temperatura, y que nuestros pulmones sean los mejores filtros del mundo a través de 600 millones de alvéolos que purifican el aire.

Se presume que debería de haber sabido estos datos antes, aún no fuera médica, y que debería tenerlos memorizados desde que tomé conciencia de que soy un ser vivo. Imagínense los años que tengo con todo ese mundo perfecto conviviendo conmigo misma y yo aquí o allá, simplemente disfrutando de tanta perfección de la que no soy protagonista, sino tan sólo una beneficiaria, por demás, ignorante.

En medio de esta realidad en que la identidad en esta sociedad de consumo se recicla como diría Bauman; de una sociedad de modernidad líquida (no sólida) y de vínculos humanos precarios, que se siente y se padece, confirmar que en nosotros los seres humanos existe tanta exactitud, me ha hecho valorar la vida que tengo y respetar aún más, a los demás seres vivos con quienes comparto el planeta.

¿Cómo es que los seres humanos, depositarios de tanta perfección, al mismo tiempo mostramos tanta incapacidad para organizar nuestro entorno y poder disfrutar con mayor plenitud el  privilegio de la vida?

Me detengo, miro y padezco, todos los días, el caos del tránsito. Escucho las noticias sobre la violencia que nos desborda. Siento vergüenza de que todavía la educación de calidad sea un tema de debate. Que la salud sea un caro privilegio. Contemplo la degradación del medio ambiente y miro la opulencia conviviendo con la extrema pobreza material.

Algunas armas he tenido que afilar para continuar. A cualesquiera de Uds. se lo recomiendo.

He comprendido que mientras más me acerco a la verdad de las cosas, aunque duela al principio, al final, mayor y más duradera será mi paz interior. Así mismo he aprendido a aborrecer la paz aparente, hija de la mentira y del engaño.

Me he liberado de ambicionar riquezas materiales que apenas sirven para llenarme de cosas y de vanidad. He descubierto que entre más alimento mi espiritualidad, con mayor ligereza puedo transportarme por territorios nuevos y dichosos.

Somos parte de ese tramo de la humanidad en que todavía nuestras vidas son vehículos para que otras vidas alcancen estadios humanos que a nosotros nos están negados. Por eso, con toda tranquilidad acepto ser parte de las misiones pendientes.