En medio de esta crisis sanitaria de Covid-19, calificada por el presidente de Francia ¨Emmanuel Macron¨ de un ¨estado de guerra¨ mundial, los brasileños se notan a simple vista: anonadados, confundidos, patidifusos, perplejos y enredados (en las patas de los caballos), quizá por la forma hostil y fanfarronea como ha tratado emocionalmente el Ejecutivo a un enemigo que la tasa de letalidad es exponencialmente a partir de los 60 años, o de personas con enfermedades prexistente de diabetes, hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares o pulmonares crónicas y cáncer.

¡La situación del mundo está de color de hormigas! Los niveles de estrés realmente están desesperantes; no importa la condición social, económica o cultural.  La gente anda con las manos en la cabeza. Y en el Brasil, su presidente parece estar pensando en el ascenso de capitán a mayor que dejaría pendiente [en belén con los pastores]. Por eso y otras ¨bipolaridades¨, se siente el hartazgo de los ciudadanos.  Muchos que votaron por él en la elecciones ya están arrepentidos… buscando hasta el cansancio la manera de darle para atrás a ese voto.

(…) El Presidente no conoce mínimamente las funciones de los sistemas sanitarios, tampoco le interesa saberlos, ni la repercusión económica que pudiera afectar a  Brasil y a la región en el supuesto de que el tejido económico tenga un resquebrajamiento.  Por un lado, la profesora, de la Universidad de Sao paulo, María Herminia Tavares de Almeida, dice: que [Bolsonaro] “solo permanece en el poder por una razón muy simple: nadie quiere crear una crisis política para expulsarlo en medio de una emergencia de salud… pero ha demostrado que no está capacitado para ser presidente”,

Y para una muestra un botón, lo único que ha hecho al respecto es que, una mañana de estas cualquiera (y no sé de qué forma podría enterarse un lunático) de qué los casos de contagiados y muertes por coronavirus iban aumentando en el país y el mundo.  Entonces, el Mandatario decidió salir al frente (…) por las calles de Brasilia (comportándose peor que un chiquillo malcriado y consentido de básica [que no hace las tareas] de cualquier colegio de la alta ¨suciedad¨) y, a regañadientes hizo algunos ajustes en dirección de detener la propagación de dicho virus letal.

De buenas a primeras hizo el anuncio de cuarentena condicionándola a que los menores de 40 años salgan ¨todos¨ a las calles a ocupar sus puestos de trabajos. –Parafraseado-: ¨Los brasileños se pueden meter en aguas ¨sucias¨ y no se ¨enferman¨, están hechos para resistir la pandemia. “Dios es brasileño, ahí está la cura”.  Horas más tarde, insultó y ridiculizó públicamente al ministro de Salud Pública, diciéndole ¨carente de humildad¨ para manejar la situación del Covid-19.   La actitud de Bolsonaro deja muchas dudas navegar por nuestras cabezas; y, no sé si sabe qué va a hacer con su vida y con la de los brasileños.   

A pesar de que su intención se acerca lenta y tímidamente cada día a tomar medidas disruptivas, de aislamiento y de confinamiento consistente al distanciamiento social a los fines de romper la cadena de contagio. Pero se le hizo tarde para ablandar habichuelas.  Indefectiblemente, entre el Covid-19, los indignados que votaron por él y la presión de los políticos de oposición; voz al cuello y al compás del sonido de las cacerolas piden al unísono, un proceso de destitución ¨impeachment¨: ¡Abajo Bolsonaro!