Debo reconocer que una parte de mi persona aún sigue siendo bastante idealista a pesar de haber visto durante décadas toda clase de disparates existenciales y aún creo, guanajo de mí, que hay lugar para muchas cosas buenas que pueden suceder en este mundo. Por eso, de vez en cuando, me gusta ir a un parque tranquilo y debajo de un quieto árbol soñar con cosas extrañas y hasta razonables que me gustaría sucedieran para el bien general de todos.
Como soñar que en lugar de dedicar horas y horas en reportajes de radio y televisión, páginas y páginas de diarios y revistas, homenajes y homenajes, lloros y más lloros, a un señor que nació con un gran cerebro en los pies para marcar goles, pero que vivió sin cerebro alguno en la cabeza incluso para ser un mal ejemplo para sus conciudadanos y el mundo entero, se le dedicaran todas esas loas y espacios mediáticos a un médico-científico dominicano recién fallecido en nuestro país, y que de seguro habrá hecho muchos aportes al conocimiento de la salud y habrá salvado infinidad de vidas de nuestros conciudadanos, y de cuyo suceso apenas ha merecido media estrecha y raquítica columna en un periódico local. Pero ya sabemos que la pasión futbolística en manos de las masas es infinitamente más poderosa que la fuerzas de la naturaleza, y sobrepasa a la razón, por irrazonable que sea o parezca.
A veces también me gusta tener otro sueño bastante extraño, y es que cuando un alto mandatario extranjero visita nuestro país, al bajar del avión, en lugar de recibirlo una compañía de militares firmes y estirados como planchados de pies a cabeza con varias libras de almidón, sujetando de manera firme un arma larga, al ritmo de cornetas y tambores tocando marchas militares o himnos nacionales, lo recibiera un grupo de reconocidos intelectuales con una música folklórica interpretada en vivo a pie de la escalera de la aeronave por nuestra orquesta sinfónica, y que los presidentes o encargados del protocolo los fueran presentado uno por uno.
Este es el señor A, investiga la vacuna contra la idiotez colectiva, un arduo pero meritorio trabajo. Este otro es Don Fulano, nuestro más insigne poeta, cantor de la vida y el amor, gloria de las letras dominicanas, y aquella es la señora Z, inventora de un nuevo sistema de diálisis que mejora la calidad de la sangre para los pacientes de riñón, y así sucesivamente mostrando los cerebros que crean, en lugar de los fusiles y bayonetas hechos para asesinar. Seguro que los visitantes se llevarían una mejor imagen del país, que buena falta nos hace no obstante ser desde hace algunas semanas la extraña y mitómana república del mundo.
Otro sueño imposible lo tengo sobre la existencia de que todo los políticos fueran dignos (no algunos, que los hay, sino la totalidad) que no obraran para sus intereses, propios o partidarios, sino que trabajaran arduamente y de manera inteligente en beneficio del país. No sé por qué, cuando esto sucede comienzan unas fuertes pesadillas que solo se calman cuando al final del túnel aparece la figura luminosa de un Pepe Mújica en su modestísima casa, con la ropa tendida en el patio, recibiendo a importantes figuras mundiales.
Ya por último, tengo otro sueño que se me agudiza en estas últimas fechas de noviembre, y es que en lugar de ver una inmensa cantidad de anuncios del llamado Balck Friday, el Viernes Negro, y cientos de miles de personas corriendo como posesos para comprar todo lo comprable, desde chicles de fresa venusiana a portaviones que participaron en la batalla de Midway, hubiera en su lugar un Book Saturday, un Sábado de Libros (en sábado suele haber más tiempo libre) y que aún más cantidad de gente se matara por conseguir en las librerías toda clase de obras, las del Principito, las del Quijote, Cómo cultivar cactus en Alaska, las moriencias de Roa Bastos, Los mil milagros de la cebolla cruda, o las del checo Milan Kundera. Más libros de papel o virtuales y menos frivolidades de videojuegos reventándose los unos a los otros. .
Bueno, ya lo dije al principio, me gusta soñar como Pilarín, el personaje central de la escritora dominicana Abigaíl Mejía, en su obra publicada hace nada menos que noventa y cinco años ¨Sueña Pilarín¨ en la que se relata la vida de una muchacha pobre, con muchas limitaciones, que lucha por su superación y cuya identidad ha calado en el imaginario dominicano país hasta casi un siglo después.