La generación de padres y madres que tenemos hoy hijos adultos vivimos diversos conflictos, producto de la gran brecha entre, lo que recibimos de nuestros padres y lo que nos sentimos obligados a darles a nuestros hijos.

La clase media dominicana está conformada en gran parte por familias cuyos padres eran de origen humilde, con carencias económicas y que se esforzaron en ofrecer mejores oportunidades a sus hijos, sobre todo, a través de la educación. Producto de los cambios sociales, económicos y el desarrollo profesional, hoy son familias con mejor calidad de vida y estándares por encima de los vividos en sus familias de origen.

Pero los cambios no han sido sólo a nivel económico, ni en escala individual. El desarrollo tecnológico, la comunicación global, la lucha por derechos de las minorías, el cambio en los patrones de conducta aceptados socialmente, el cuestionamiento de los valores morales, religiosos y el sistema de creencias, han abierto una brecha generacional abismal en la que muchas veces los padres y madres se pierden.

No podemos criar como nos criaron, no podemos reaccionar como nuestros padres lo hacían, no podemos decir lo que decían y me pregunta en la consulta, una madre desesperada:

¿Y cómo lo hacemos?

Producto del gran esfuerzo de la pareja, ambos padres trabajando, la hija se va a estudiar en una universidad a los Estados Unidos. Además del costo de la matrícula, la vivienda universitaria y todo lo que implica esta decisión, esta madre se sentía en la obligación de llevar a su hija ya adulta a la universidad, hacerle la compra y dejarla instalarla con todos los detalles, como si fuera en su casa.

A la semana siguiente recibo a otra madre, pero en este caso un chico de 20 que va a su segundo año de universidad. Ella igual lo llevaría, le haría la compra y lo instalaría, aún teniendo una familia sustituta que lo ha recibido mientras estudia.

Y no se trata de familias ricas que pueden hacer esto, son sólo familias que creen que tienen la obligación de hacerlo. Que triplican sus esfuerzos movidos por  el deseo de dar lo que ellos no tuvieron o con la falsa creencia de que tienen que hacerlo todo por sus hijos.
Retomo la pregunta de la madre ¿Y cómo lo hacemos?

–       Reconozca esta brecha entre la juventud que usted vivió y la de sus hijos e hijas, los padres que usted tuvo y los que ellos tienen. De seguro que en la comparación sus hijos salen ganando.

–       Reconcíliese con lo recibido por sus padres y entienda que las circunstancias han cambiado.

–       Reconozca sus propios límites y verbalícelos a sus hijos, sin sentir vergüenza por ello.

–       Trate a sus hijos e hijas como adultos que tienen que construir su propia historia y no como niños/as a los que hay que resolverles todos los problemas.

–       No le tenga miedo a las circunstancias que enfrentarán sus hijos, reconozca que sólo por el esfuerzo y la disciplina, ellos fortalecerán su espíritu y personalidad.

–       Entrene a sus hijos para consultar bases de datos, hacer trámites para conseguir becas, beneficios o financiamientos de los cuales ellos  tendrán que hacerse responsables en el futuro.

–       No les tenga pena, ellos son más fuerte de lo que usted cree.

–       El ayudarlos tanto les debilita la autoestima pues lleva el mensaje implícito de que no es capaz.

–       Téngale respeto a la profecía auto cumplidora: Si teme que no podrá, así será.

–       Déjeles algo para contar en el futuro: las malas noches, las noches frías, los días con hambre, las horas cortas, las citas perdidas. Al final tendrá la satisfacción de que a pesar de todo esto, logró su sueño y consiguió lo que quería. Créanme que esta sensación es incomparable.

solangealvarado@yahoo.com

@solangealvara2