Ayer celebramos el día de las madres. Reconozco que no soy muy partidario de de andar asignando días pues podría ese sentido de economía de afectos con que nos manejamos en esta sociedad reducir las emociones al día en que se celebra y punto.
No oculto mi molestia ante esta sociedad y su lógica económica que todo lo mercantiliza. Recientemente se publicó una encuesta en un periódico de circulación local en la que se informaba que las madres dominicanas son el segundo país que muestran mayor inconformidad con los regalos que se les obsequian, como si este día dependiera de un regalo. Ellas mismas reiteran a dirio que su mejor regalo somos sus hijos e hijas.
Quienes han permitido que la lógica mercantil les robe la oportunidad de hacerla feliz justifican su distancia con la débil expresión de “Yo no voy donde mamá porque no tengo qué llevarle” ¿Acaso ha pedido ella más que nuestra presencia? Siento que es una mezquindad que antepone la supuesta tristeza que nos produce no llevarle nada a la alegría que a ellas les produce vernos aunque no le llevemos nada.
El mercado procura sacar ventaja de un día que hasta los padres, fieles depositarios de la queja eterna de que su día no tiene la misma connotación, lo celebran de manera especial porque también tienen una madre. Reducir la felicidad de las madres a un regalo aleja la esencia de lo que hace especial este día.
¿Y qué hace especial a las madres? Creo que son especiales por el solo hecho de ser mujer. Digo madre y un torbellino de sentimientos se agolpan en mi ser y se quiebra mi voz con sólo mencionarla, lo mismo me sucede cuando digo Mujer.
El amor en una madre cobra dimensiones espirituales, es la mayor demostración de un amor que no envenena, la mejor expresión de un amor sin egoísmo y tan poco le importa el ego que se desprende de ella para dejar que seamos. Para una madre el permitirnos la vida tiene una doble connotación: Nos hacen felices al traernos al mundo y la hacemos felices al recibirnos.
Digo madre y en mi interior resuenan voces que repudian al hombre que maltrata la mujer porque en cada mujer hay una madre, en cada madre una mujer y en las dos, perdón en ella, hay un hijo o una hija, o sea hay amor.
Sé que ella ha sido feliz por tenerme, y sé que cada día puedo renovarle esa felicidad con el solo hecho de llamarla y decirle: Hola mami, la bendición. Eso es un regalo que no necesita de días.
Y ese “Dios te bendiga mi hijo” es el mejor de los resguardos, el mayor de los conjuros, el más sublime ensalmo porque son palabras que vienen cargadas del mejor de los sentimientos: El amor de una madre. Un amor 24/7 que no espera al fin de mayo.
Decir amor, madre, mujer es repetir lo mismo de tres maneras diferentes por eso en el día de la madre conjugo el día del amor y el de la mujer. Felicidades mujeres convertidas en madres por obra y gracia del amor, la santísima trinidad de la existencia real con el perdón de la misma trinidad. Amén.