Querido padre, pensar que no escribí en tu día, no rendí el honor incalculable que mereces.Creyendo que tantos grandes estarían hablándote, reviviendo tu enseñanza, mis palabras parecieron pequeñas al lado de las de ellos y de la majestuosidad de tu ejemplo.

Y pensar que creí que siendo tan cercana tu fecha, tu espíritu patriótico inundaría los corazones de los dominicanos y que unidos encontraríamos las razones de tantas preguntas sin respuestas. ¡Oh maravilloso Maestro! Escultor de quien somos, tus ojos llorarían de nuevo, como seguro lo hicieron al estar lejos, al morir en la peor de las soledades. Hoy llorarían de vergüenza al ver en lo que nos hemos convertido, al observar el camino que han elegido nuestros dirigentes, el miedo en las caras de los moradores que cuenta la desdicha de no sentirse seguros dentro de sus propios hogares, de no saber si podrán comer mañana.

Debieras nacer de nuevo, encarnado en algún otro hombre, o mejor aún, has debido nacer de nuevo en cada uno de nosotros, así no estar tan solos, a la deriva,en este rio caudaloso de injusticias y malos propósitos.

Aunque hoy sufra tu ausencia, ausencia vasta, porque no implica solo la partida hace tanto ya de tu cuerpo, sino también lacasi ausencia de todo aquello que enseñaste, legado infinito, herencia millonaria, creo… Sí, creo, queda en mi alma un rayito de esperanza.

Creo que debenexistirpor ahí hombres y mujeres como tú. Creo que nuestra esencia no puede ser del todo descabellada. Creo que hay quienes trabajan por un futuro, personas que miran con malos ojos la desigualdad, concepto en perpetuo crecimiento. Creo que tal vez llegaráun día (si no es que ha llegado) en el que alguno se digne a preocuparse por todos, sin excepciones.

Creo y lo hago por ti y aunque tarde, celebro tu natalicio, dejando de lado el pesimismo, apoyada en la esperanza perpetua que late dentro, la cual, aunque nunca encuentre la luz morirá el día que lo haga mi cuerpo.