De repente en la radio del carro me saltó Tres Patines con la canción del título de este escrito. Y comencé a pensar cosas.

En una ocasión en que impartía un curso en la Universidad de Texas, Borges, el eterno, expresó que para los americanos el peor insulto es que lo llamen mentiroso, mientras que para un latinoamericano el peor insulto es el que se inmiscuye en el honor. No nos dejo dicho qué es el Honor, pero bien, suponemos que es algo relacionado en parte con la hombría entre los varones y la mujerería entre las mujeres.

Y pienso en esto al notar que nuestros políticos nunca renuncian, sólo lo hacen de sus partidos, no de los puestos que honran cuando llegan al poder. ¿Será que el honor no tiene nada que ver con que lo descubran a uno haciendo lo mal hecho?

Y no hablo aquí de un Fidel Castro, que exigió a todo un país que produjese 10 millones de toneladas de azúcar que de haberse realizado no había espacio donde guardarla, y que terminó “renunciando” cuando se enfermó por querer saber más que sus médicos. No. Hablo de un inspector de aduanas con un jaguar, un contable de la cámara de cuentas con un velero o un juez con una villa en Romana.

¿Por qué no renuncian nuestros políticos y funcionarios cuando esos busca vidas de los periodistas les sorprenden con lo que no les corresponde?

¿Es que no tienen vergüenza o que tienen mucha y les da vergüenza renunciar?

¿Qué parte de una cultura es la que hace que un político renuncie si le descubren un truco mal hecho? ¿Puede solicitarse dinero a Educación Superior, Cultura o a Flacso para investigar ese fenómeno?

Porque en realidad no veo por qué no pueden renunciar y refugiarse en el Country o en Casa de Campo a jugar golf todas las mañanas. En esos lugares nadie habla de renuncias, ni de crisis, pues esos tópicos siempre han sido de mal gusto en ese nivel de vida.

Sin embargo, no renuncian.

Claro, esto no se aplica a militares. Estos no pueden renunciar, aunque algún noticiero despistado pase una fílmica de su finca con veinte mil vacas blancas con una sola mancha negra en el vientre. Estos deben esperar a que los reemplacen y los pasen a retiro.

Pero un político electo o designado no tiene esa obligación institucional, aunque una vez se me dijo “a un Presidente no se le renuncia” y yo dije “¿ni el Presidente tampoco renuncia?”

Será que la gente olvida todo, y si acaso lo han cambiado de puesto (por un Presidente cansado de esperar por la renuncia) todos, desde los vecinos hasta los que no le conocemos, comenzamos a saludarle con un dejo de pena y solidaridad. Con un ¡el pobre, lo descubrieron!

Y así, el político rebajado de categoría o en la banca (con su sueldo, por supuesto) se convierte en otro ciudadano común, aunque sea con su jaguar, en espera de otro “chance” para volver a sacar la cabeza, y las manos y los bolsillos.

Y que no me vengan a decir que eso es herencia española. Miren el lío del pobre Rey de España en su misma familia.

Pero no, aquí nunca renuncian, nadie sabe por qué. ¿Será que el llamarle ladrón a alguien no es parte de meterse con su honor ni con su honra, por lo menos en esta media isla? Quién sabe.