Gracias a la atrevida fotografía de Tokischa, donde nos deja saber que las putas también rezan, se ha producido un intenso debate que sugiere la profundidad y diversidad de los cambios sociales, culturales y los conflictos generacionales que se han estado produciendo en la sociedad dominicana en las últimas décadas.

En principio hay que destacar que este debate, no ha de sorprender, es algo normal, pues siempre los cambios socioculturales: religiosos, éticos, morales, estéticos y, por supuesto en los géneros musicales, han propiciado, por un lado; críticas y descalificaciones y, por el otro, elogios y celebraciones.

Para algunos, el género urbano: rap, reguetón, dembow representa una degradación moral, literaria y melódica-musical, para otros, son expresiones musicales de crítica moral, política y el reflejo de la pobreza y, la exclusión social de los jóvenes en los barrios populares.

Por su propia complejidad y diversidad, la música popular está siempre expuesta a una variedad de representaciones; del campo del arte, las humanidades y las ciencias sociales, que se enriquecen a partir de una multiplicidad de saberes. Po lo tanto, queda claro que, cada interpretación está en capacidad de iluminar un aspecto particular de la música urbana, pero no puede pretender constituirse en una verdad o descripción general.

Para la sociología, el análisis de la música popular siempre ha constituido una herramienta de primer orden para comprender los cambios sociales y culturales en su relación con los estudios migratorios, que hacen posible la conformación de los espacios populares y las mezclas de nuevas expresiones musicales. Su relación con los cambios económicos, asociado a la formación de las industrias musicales; una red de producción, distribución y consumo de la música popular.  Los cambios políticos, por la importancia de las letras musicales de introducir contenido moral y político y, los cambios antropológico-culturales.

Del mismo modo, debemos reconocer que para la sociología, la música popular, como la cultura popular en general, es un recurso de socialización, por tanto es también, un medio de comunicación; simbólico, significativo, mediante el cual los jóvenes de los sectores populares se comunican entre sí, produciendo y reproduciendo sus relaciones e interacciones sociales.

De manera que para la sociología, la música urbana importa, en la medida que nos ayuda a comprender los cambios en la sociedad, en la cultura popular y la nueva generación. Desde esta mirada, el rap, reguetón y, dembow no son las causas de la degradación social, moral, literaria y musical, como muchas veces nos han querido convencer, tampoco son el producto de la realidad social, sino, mediaciones musicales, artísticas, de grandes cambios sociales, culturales y generacionales.

En ese sentido, a la pregunta de qué está pasando en la música urbana; sus letras, estética, ética y, las influencias de sus figuras más representativas como el Alpha, Chimbala, Bullin, Rochy rd, y Tokischa, en la nueva generación, hay que buscarlo, en general, en los cambios que se está produciendo en la sociedad dominicana y, en específico en la nueva generación de los barrios urbanos, populares.

Con la globalización, se ha puesto de manifiesto que, el género urbano, se ha apropiado de otras influencias culturales como el hip hop, break dance, la tecnomusic, mezcla de beat, de los guetos neoyorquinos y géneros musicales como el rap, reggae jamaiquino, puertorriqueño, produciendo un híbrido un sincretismo y diversidad musical, que le permite competir en los mercados internacionales. También se ha producido una heterogeneidad y experimentación de la música urbana que tiene el potencial de entrar en una relación de hibridación con la música pop, el rock y la musical tradicional dominicana, como el merengue, la bachata y hasta con la música cristiana.

Hay que reconocer también que el desarrollo de las plataformas tecnológicas de la información y la comunicación ha impactado de manera significativa la producción, distribución y consumo de la música urbana. A través de las plataformas digitales de música de YouTube, spotify, streaming y otras, se gestan diversos procesos económicos, que ponen en escenas a numerosos actores sociales: productores, locutores, Dj., presentadores, artistas, influencer, pertenecientes a la industria musical global, produciendo enormes ganancias económicas a la industria musical y los exponentes principales del género urbano.

Por otro lado, la música urbana construye su lírica, a partir de los juegos de lenguajes de las calles: la explotación de la sexualidad, del consumo de drogas, alcohol, la violencia y, prostitución, que son significativos en las formas de vida de la nueva generación.

Sus exponentes más importantes organizan sus (re)presentaciones destacando una estética del consumo teatral, de vehículo de alta gama; los blin, blin, los relojes, los anillos, tenis, los piercings y tatuajes que son también símbolos significativos de autorrealización en un segmento de jóvenes de la nueva generación.

Pero además, hay que tener presente que, frente a estas mediaciones económicas, tecnológicas, estéticas y generacionales, se expresa también la enorme voluntad, deseos, experiencia y creatividad de los artistas, que han asumido la creación de la música urbana, como medio y recurso para su reconocimiento, autorrealización y salir del hoyo.