En una opinión que realizáramos el 29 de marzo del 2017, en este mismo portal informativo, titulado –Ley delincuencia y desigualdad– planteamos: “El Estado dominicano, como conjunto de normas, está estructurado formalmente para evitar las infracciones de sus ciudadanos y proteger como constituye dicho conjunto, de forma efectiva, el bien común. Así mismo, ser fiel garante de derechos fundamentales que le son inherentes e inalienables al dominicano. Concebido como tal, para marcar pautas de convivencia con el monopolio de la fuerza como plantea Max Weber, y evitar una anomia que perturbe la paz social”.
Retomamos ese planteamiento partiendo de un hecho delictuoso, que aunque pretenda venderse como aislado, envuelve la degradación de una entidad que siendo parte del esquema estatal mediante el cual se efectúa la aplicación del monopolio de violencia, se ha constituido por muchos años, en ente de corrupción y herramienta esencial de la acción antijurídica perpetrada en contra de los intereses que se supone defiende.
El asesinato del coronel de la policía Daniel Ramos Álvarez, en un punto de drogas en la Provincia Peravia, es la evidencia palpable del estado de descomposición en que se encuentra la institución llamada a preservar y restituir el orden público. Como esta situación, probablemente exista a diario un conjunto de manifestaciones parecidas, que por no haber sido monitoreadas accidentalmente, se le presenta a la ciudadanía una información distorsionada con el fin único de ocultarnos, el fétido olor que de allí se desprende.
“Buche” no es una mera casualidad, no es un elemento singular en el sentido matemático de la palabra, no es un banilejo de dudosa reputación que aspira a ganarse la vida vendiendo los atajos con que los débiles buscan el placer y la felicidad. Dentro de ese esquema carroñero y repulsivo existen tantos “Buches” como policías corruptos que lo reclutan para saciar con el crimen, su pasión obsesiva por las cosas materiales que con el pírrico salario que devengan les sería imposible cristalizar.
Los hechos han demostrado que la perversión y la corrupción rampante que se ha constituido en norma en el “cuerpo del orden” sin que ningún incumbente muestre a la ciudadanía la intensión real de formar hombres con vocación de servir y extirpar de ella todo antisocial que usa los hilos del bajo mundo para ostentar y adquirir riquezas, lo que a todas luces es imposible de sustentar por la vía de la legalidad.
Todo dominicano conoce o ha escuchado de un policía oriundo de algún campo o barrio de la ciudad, que adquirió relevancia en los estamentos policiales por asumir como misión, la orden de un jefe que se lucra de la perpetración del crimen y atenúa su existencia, asumiendo como objetivo la acumulación originaria dentro del mundo de la delincuencia.
Recordemos la afirmación de la exfiscal del Distrito Nacional al afirmar que en “la mayoría de los casos de sicariato y narcotráfico a gran escala hay militares y policías involucrados”. Lo traigo a colación a propósito del caso que ha escandalizado y estremecido a los dominicanos y que hoy se denomina “Buche” y mañana… ¿quién sabe?