Un reciente estudio publicado en España señala que, a pesar de la crisis económica que de norte a sur y del este al oeste cubre la vieja Europa, y, a pesar de ser los inmigrantes sus principales víctimas, las remesas de estos a sus familias en sus respectivos países han aumentado casi un diecisiete por ciento. Parece increíble, pero los datos dicen que es verdad. Los números se refieren exclusivamente a España, país, por otro lado, que mayor migración dominicana acoge después de Estado Unidos.
Este hecho, no fácilmente explicable a primera vista, entre las muchas cosas que revela es que la capacidad de los inmigrantes por manejarse en situaciones difíciles y aún extremas, sus posibilidades de aumentar el sacrificio y de asumir esfuerzos adicionales para sobrevivir en condiciones de adversidad es mayor que la de los propios europeos, acomodados en las últimas décadas a una situación de bienestar que parece estar tocando a su fin para ellos también.
No estamos hablando de números menores. Sólo en el primer trimestre de este año 2011 los inmigrantes en España enviaron a sus respectivos países remesas por valor de mil ochocientos cuarenta y seis millones de euros, doscientos sesenta y cuatro millones más que en el mismo periodo del año anterior.
Algunos consideran que este incremento hay que interpretarlo como el punto final de la crisis de las remesas que nuestro país, y los demás países de la región, padecieron entre junio del 2008, cuando la crisis mundial se extendió por todo el mundo y generó un descomunal desempleo que afectó principalmente a los trabajadores y trabajadoras extranjeros, y el 2010, periodo en el que las remesas tuvieron un decrecimiento del diecisiete por ciento.
Esto no significa que la crisis se ha superado y que los países europeos recuperan los niveles de empleo anteriores a la crisis. La lectura que, a mí se me ocurre proponer es que los inmigrantes, que tanta carne el asador pusieron cuando soñaron con el oro de Europa, no están dispuestos ahora a renunciar a él. Para no hacer fracasar su aventura europea han rediseñado una serie de estrategias que, aunque suponen un sacrificio adicional a su dura y complicada vida en Europa, les está permitiendo salirse con la suya.
Dicen que cuando el hambre aprieta la mente inventa. En el caso que nos ocupa parece que es verdad. Las estrategias de las que los inmigrantes, de acuerdo al estudio, se han valido son diversas y van desde esperar el momento adecuado para hacer el envío de la remesas para beneficiarse de una tasa de cambio más propicia, hasta incrementar el sacrificio y la privación voluntaria para ahorrar una mayor cantidad de dinero con la que compensar los efectos de una tasa de cambio baja.
No pocos, siempre según el mencionado estudio, han renunciado a la reunificación familiar que habían logrado con los años y han retornado a sus países de origen a los miembros de la familia no trabajadores para abaratar así su costo en España. Es el caso de una dominicana a la que tuve oportunidad de conocer en el pasado mes de julio en una ciudad del norte de España. Al perder su marido el empleo en una constructora y quedar ella sola como generadora de ingresos envío de regreso a su marido e hijos a su campo ya que resultaba más barato sostener a la familia en Dominicana con las remesas enviadas que el costo que suponía permanecer en España.
Su estrategia no quedó en eso. Se juntó con otras dos mujeres que estaban en su misma situación y decidieron vivir las tres en un mismo apartamento y ahorrarse de esa manera el alquiler que pagaban individualmente. Este significativo ahorro le permitía, a su vez, disponer de una mayor cantidad de dinero para enviar a la familia.
Si, es cierto, cuando el hambre aprieta la mente inventa.