Era mi gran admirado hombre de familia. Lo recuerdo siempre en sus afanes de llevar el ejemplo de trabajo a sus hijos y los suyos.
Siempre galopa en mano moldeaba la madera para converirla en arte útil de la industria de la ebanistería con una profunda vocación artesanal.
A Nelson, lo conocí, lo conozco y lo tendré como referencia, y por tanto, nunca olvidaré su proverbial parsimonia cuando al trabajo iba y venía.
La muerte no es fácil, se lleva los buenos como encargo del cielo para que los malos mueran de celos y envidia de que la gloria es para la persona de buen corazón y buena voluntad.
Muerte lamentable, pero ejemplar. Sólo vean su prole y a seguida entenderán el dicho; "A tal palo, tal astilla". Hay muerte que duelen, y lo sé, pero también a la vez, son vivificantes y esta es una. Aunque con él vayan a la tumba los reductos de la generación de acero. Quizás maleable, pero siempre templado. Si es cierto que la muerte nos lleva, con Nelson ha sido contrario. Esta vez nos lo ha traído vuelto ejemplo y modelo. Son cosas paradójicas.
En el veía la inmortalidad del amor patriarcal. Y no es que no lo vea, ya que mi calle triste tendrá por siempre el recuerdo de la Altagracia con la silueta de sus pasos a punto de 8 a 12 y a punto de 2 a 6 p.m., ya cansado, pero con el clavao' clavado en su bolsillo. Contento, orondo y feliz con el pan a cuesta de cada día con carga de clavo y sudor!
Descansa en paz, padre y hermano de mis padres y de los otros también! Si cierto es que se va tu alma, tus pisadas grabadas estarán como ícono de la sabana. Y tanto es así que la calle nueva con Altagracia, es mi mejor ejemplo que no es el sitio que modela, simplemente es el ejemplo. ¡Vete allá. Al lado del Señor, que almas como la tuya quedarán siempre vivas!
Ya que la tuya será de las que estarán de repuesto para cuando los muertos vengan a buscar sus vidas.