Hoy quiero expresar mi solidaridad con Mariano Américo Rodríguez y Zeneyda Monegro ante la partida a destiempo de su amado hijo Mario Alfonso Rodríguez Monegro.
La sociedad dominicana ha estado adolorida y consternada con esta muerte. Ha producido profunda tristeza, sobre todo para los que conocimos a Mario Alfonso, un joven bueno, sano, alegre, con metas y buen estudiante, familiar y amigo.
Duele cuando alguien se va a destiempo, en el mejor momento de la trayectoria de la vida. Duele cuando vemos un joven que ha logrado su realización y en ese instante mismo se va de manera fugaz, desde lejos de su hogar y de su familia, para no volver más.
Qué duro ha de ser para Mariano Américo y para Zeneyda. Qué duro ha de ser para su hermana y para todos sus seres queridos. Sé que con la partida de Mario Alfonso se ha ido parte sustancial de la vida de sus padres.
No acabamos de prepararnos para la muerte aunque sea consustancial a la vida. Separarnos de nuestras personas amadas es profundamente doloroso y mucho más de un hijo.
Mariano y Zeneyda sé que es imposible consolarles. En estos momentos tan solo podemos acompañarles y decirles que estamos con Uds. Nada puede consolar la partida de un hijo, ni siquiera el tiempo que todo lo dulcifica y lo morigera.
No acabamos de prepararnos para la muerte aunque sea consustancial a la vida. Separarnos de nuestras personas amadas es profundamente doloroso y mucho más de un hijo
Tan solo puede ampararles la fe. La convicción de que la vida no termina con la muerte y de que esta vida es tan solo la preparación para la verdadera y auténtica vida en la casa del Padre.
También es importante recordar en estos momentos, que quien muere no sufre. Se desprende y siente felicidad profunda y un descargo total, así como cuando preparamos todo y nos vamos de vacaciones. No hay conciencia de lo que dejamos atrás, solo de hacia dónde vamos. No hay sufrimiento porque dejamos nuestra vida en la tierra y a nuestros familiares. Hay un cambio de vida instantáneo que borra el pasado y te libera para la eternidad. No hay angustias, no hay dolores, llegas a una nueva vida mucho más confortable que la que vivías; sin temores, sin agonía, sin dolores, sin acusaciones.
Quienes de alguna manera hemos pasado por la experiencia de la muerte y hemos vuelto podemos dar este testimonio. Estamos convencidos de que es así. Ya no es tan solo la fe, es la convicción por la experiencia vivida.
Nunca he declarado esto públicamente, pero en esta ocasión, a raiz de la partida de Mario Alfonso, quiero dar este testimonio en la esperanza de que pueda servir al consuelo de Mariano Américo y Zeneyda.
Estoy convencida de que ambos son seres humanos de fe.
Que Dios con su infinita misericordia les consuele y los levante de este profundo dolor que no tiene límites.
Paz para Mario Alfonso cuya alma, segura estoy, se ha elevado al cielo y en estos momentos está mejor que los que habitamos este mundo de preparación.