Estamos en la era de la comida rápida, los resultados inmediatos, los servicios evaluados por los minutos que permanecemos  en la fila. Los padres buscan adelantar cursos en la educación cuando sus hijos sacan mejores notas que el grupo de su nivel.

Se supone que tenemos que saber lo que queremos lo más temprano en la vida, con quién nos vamos a casar, dónde y qué vamos a estudiar y entramos en una carrera de velocidad por llegar al lugar donde se supone que debemos llegar, perdiéndonos completamente lo que ocurre en el camino.

En días pasados recibí a una jovencita de 20 años que  llego pensando que el mundo se le caía. No sabía qué hacer pues sentía que no le apasionaba la carrera que estaba estudiando y ya iba por su segundo año. No se atrevía a hablar con sus padres por la presión que recibió al entrar a la universidad.

Su rostro manifestaba angustia y desesperación por una solución a su problema. Su relato terminó con la frase  "cómo es que a los 20 años no voy a saber lo que quiero estudiar".

Yo la miro con ternura y le respondo " a los 20 años se vale no saber lo que queremos estudiar”. De hecho es la edad a la que más nos luce no saber o iniciar de nuevo y hasta detenernos en un sabático hasta que investiguemos qué nos apasiona.

Tomando en cuenta las muchas horas que le dedicaremos a la profesión en la vida, es una decisión a la que le tenemos que dedicar tiempo con tranquilidad y sosiego.

Parecería que ya la época en que los padres definían la profesión para sus hijos había pasado, pero lamentablemente no es así y es una paradoja en una época de libertades y autonomías.

Sabemos que a veces el tema dinero es muy importante, pero justamente a veces es preferible, hacer una pausa, buscar ayuda profesional, hacer una evaluación vocacional completa para estar más seguros la próxima vez.

Cuando los chicos y  chicas no saben qué quieren, al finalizar su educación media, les podemos proponer que trabajen en lo que se definen y más adelante entran a la universidad. Los padre a veces temen que al comenzar a trabajar se desmotiven por los estudios.

Quiero decirles que en esta época esto es difícil que ocurra por las altas demandas y la competitividad que se da en el área laboral. Además hay competencias y destrezas que se adquieren en la vida laboral que los hace madurar como la disciplina, la responsabilidad, el respeto a la autoridad, manejarse con sus iguales y administrar su propio dinero.

Todo esto  los madura y los prepara para asumir la responsabilidad universitaria con más certeza.
Saber lo que se quiere requiere de seguridad y  madurez, pero muchas veces en la familia  por la facilidad con que entran a la mayoría de edad y las dificultades que les evitamos, no les permitimos desarrollarse  como para continuar al siguiente paso.

La elección de carrera tiene que ver con vocación de vida, con nuestra esencia, con lo que somos y a veces la sociedad y las expectativas externas nos hacen olvidarnos de nosotros mismos, lo que realmente somos y queremos.

No hay que desesperarse. Si no están listos para estudiar, pues que trabajen y cuando lo puedan  asumir con responsabilidad, disciplina y alegría que entren a la universidad y lo harán con mayor facilidad y en menos tiempo. La vida es muy larga y alcanza para estudiar todo cuanto queramos, pero sólo lo haremos cuando estemos listos y maduros para ello.

solangealvarado@yahoo.com

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