En estos meses, he estado reflexionando sobre el panorama político dominicano, alrededor de los movimientos populares, partidos emergentes o partidos pequeños, como suelen nombrarles, sobre sus pronunciamientos haciéndole un llamado a las lideresas y líderes comunitarios para que se integren y sean parte activa en la próxima contienda electoral desde sus plataformas políticas.

Esta integración, por lo visto, pretendería ser un respaldo a candidaturas de ciudadanas y ciudadanos comprometidos con un quehacer político democrático, transparente, propositivo y que promueva una amplia articulación  con sectores que dicen aspirar un “cambio” político verdadero en el país, para de esa forma lograr recuperar la confianza en el sistema “democrático”.

Habría que ver hasta qué punto estas argumentaciones tienen asidero político real; lamentablemente y siendo sincera pienso que todo este bla, bla, bla  de esos grupos y movimientos alternativos emergentes, que un día los movió una ideología política, utopía por la que aún lucho, están usando estos argumentos para sustentarse o  simplemente mantener  sus reconocimientos, buscan que le sumen votos  para garantizar presencia política y reconocimiento con algún regidor, diputado o alcalde  en algún pueblo del país, esta acción  es un oportunismo que navega en  valores falsos.

¿Por qué digo esto? Todos esos grupos saben que existen luchas de clases sociales  e  ideológicas, definidas por más de cien años por Carl  Marx y Federico Engels,  están obviando  análisis que son imprescindibles para llevar un país a un verdadero cambio social, y deduzco que “se están ensillando en el mismo caballo que están  repudiando”, lo que no les permitirá llegar muy lejos, y ellos lo saben.

Me pregunto, ¿Conocen ustedes la metodología que están utilizando estos partidos para elegir sus candidatos? ¿Esta metodología a quienes beneficia? ¿Las y los candidatos señalados fortalecen una real democracia o el individualismo? ¿Estamos conscientes de los cambios que queremos, son cambios reales o de personas? ¿Cuáles serían los indicadores que nos señalan cambios?

Por lo visto en diferentes pueblos y sectores del país, estos grupos populares y partidos emergentes de la sociedad están eligiendo dirigentes a través de los mismos mecanismos que los partidos tradicionales, están tomando en las comunidades y barrios a personas que se han auto elegido como síndicos, alcaldes, regidores, diputados, sin haber realizado alguna consulta o asamblea popular para que las comunidades mínimamente puedan decidir a quienes ellos quieren que los represente en los curules, sobretodo porque muchos de esos pseudo líderes están o vienen de los mismos partidos tradicionales, sin agotar algún proceso de formación o cambio.

Además, lo más cuestionado, es que están llegando a hablar con las y los dirigentes comunitarios con el pastel repartido, esto quiere decir que llegan a pedirles apoyo tan solo para que les acompañen a comer algo del pastel, como forma de validarse ellos mismos en sus cargos  y “hacerle un favor”  a la o el dirigente que quiera acompañarle  para adornar la mesa.

También he observado que muchas de las propuestas de sus planes de trabajo que han de accionar cada uno de estos grupos carecen de iniciativas innovadoras que vayan más allá de las tradicionales ofertas. ¿Dónde están en esas propuestas las luchas por la identidad cultural, anti racista, anti capitalista, anti extractivista de los recursos naturales de la madre tierra, lucha contra todo tipo de violencia? y no sigo nombrando porque son muchas, por el contrario, contribuyen a reforzar, invisibilizar y fomentar ausencias y olvidos coloniales.

Indudablemente y estoy segura, de que es el momento para transformar la cultura política, desde las comunidades en todo el país para cambiar el escenario y rehacer un verdadero Plan de Nación, no es cuestión de personas o siglas de partidos, es cuestión de cambiar estructuras. No se puede seguir jugando a “cambiar, para que nada cambie” con el juego a la democracia, mucho menos a utilizar a las y los líderes comunitarios sin la realización real de asambleas comunitarias para que la población tenga realmente la autonomía  de elegir a sus dirigentes que administrarán los recursos del pueblo de forma pulcra y tampoco  servir  de adorno en sus mesas con el pastel servido./