El próximo 15 de marzo, a “la hora señalada”, la nación dominicana acudirá a un nuevo proceso electoral.

A la hora señalada, se tendrá el “deja vu” de una experiencia vivida. Se acrecentarán las expectativas de quienes creen, de quienes sueñan.

A la hora señalada, se pondrá en funcionamiento la maquinaria de la trampa. Veremos si el contexto social y las nuevas subjetividades pueden detenerla.

A la hora señalada, defensores de la democracia ejercerán su derecho al voto. También, lo ejercerán sus corruptores. Votarán algunos que desean un cambio, y otros que desean un cargo. Votarán los que pretenden desplazar y los que desean perpetuarse.

Votarán algunos que imaginan utopías, así como otros que se burlan de ellas. Los que aspiran a quedarse en esta tierra maldecida por su reciente historia, como los que solo aspiran a una visa.

Y no olvidemos que hay muchos días después de la hora señalada. Independientemente del resultado de las elecciones del próximo domingo, ante nosotros, se presenta el desafío impostergable de una transformación estructural de la sociedad dominicana, un cambio que no puede reducirse a modificaciones cortoplacistas.

Una transformación estructural es imposible realizarse desde la mera emotividad. La emergencia de la pasión juvenil constituida en protesta no debe nublar la mirada. Todo movimiento social transformador requiere articulación, un liderazgo diferente, con propuestas razonables, viables y concretas, así como con visón y carácter para ejecutarlas.