(A la memoria de: María Sánchez De Fontana. En vida, alegría de todos.  Su recuerdo…una esperanza. )

Casi siempre se ha considerado la enfermedad como una etapa negativa de la vida, un tiempo perdido de sufrimiento y resignación, el cual hay que pasar lo antes posible y que no tiene justificación alguna.

Se acude entonces al médico para que el con su magia medicamentosa, nos libre lo antes posible de ella. Mientras, esperamos impacientes pasivos e inquietos a que nuestros síntomas desaparezcan y podamos volver a nuestra antigua normalidad. Pero acaso se nos ocurre pensar… ¿y si la enfermedad no fuera un proceso destructivo que hay que suprimir, sino un mensaje lleno de vida que tenemos que descifrar, un reto, un estímulo para nuestra propia evolución y para la comprensión de nuestro cuerpo y de todo cuanto nos rodea?

Tal como decía Sydenham, “la enfermedad no es otra cosa que un esfuerzo de la naturaleza que para conservar la vida del enfermo, trabaja con todas sus fuerzas para evacuar la sustancia morbosa”. En otras palabras lo que nosotros llamamos síntomas de la enfermedad son la forma en que el organismo se defiende de su verdadera molestia, la cual suele ser consecuencia de su modo inarmónico de vivir.

Es precisamente en ese instante en el que nos decidimos cambiar y sanar, a curar y a crecer, el momento en que la vida nos devuelve un hermosos sentido de alegría, una energía refrescante para renovarnos en la fe, fe en nosotros mismos, fe en nuestro porvenir, fe en el útil servicio que por insignificante que seamos siempre podemos brindar a los demás. 

La enfermedad es todo un proceso, no podemos buscar su causa en una reciente y única situación nociva, sino que tenemos que remontarnos en el tiempo y buscar hábitos repetitivos que justifiquen la actual situación.Vista así, le enfermedad puede verse como el aviso orgánico, la forma de la naturaleza mostrarnos que estamos en una actitud equivocada, es la manera de obligarnos a reflexionar sobre nuestra conducta y subsanar errores de comportamiento. Realmente es un estímulo lleno de connotaciones que a través del dolor nos lleva al reencuentro con nosotros mismos.

¿Qué sentido tiene una medicación anticuada en un paciente con stress y con un desordenado régimen alimenticio, si este no relaciona en absoluto su problema con su dieta y la tensión psíquica que le rodea?

Siempre pregunto a mis pacientes ¿Por qué cree usted que está enfermo? La respuesta por lo regular se produce culpando algo que esta fuera de él y es misión de todo terapeuta o medico con verdadera intención de sanar, hacerle ver al paciente que la enfermedad que en ese momento le afecta va unida a un proceso de cambio en sus hábitos, en la forma de relacionarse con los demás, en el modo de no tolerar o aceptar las situaciones adversas, etc.

Todo implica un compromiso de no solo dejar en manos del médico la responsabilidad de nuestra salud, en cambio, nos toca con nuestro esfuerzo ser protagonistas de nuestro proceso de renovación y cambio, del emprendimiento de nuevas actitudes dejando atrás hábitos equivocados y emociones toxicas y dañinas como el resentimiento, la culpa, el miedo o el rencor.

Es en ese momento entonces, cuando despertamos y aun en medio del dolor comenzamos a valorar tantas cosas buenas que la vida nos entrega a cada instante, es ahí cuando apreciamos que por muy mal que nos encontremos siempre habrá algo por lo que dar gracias a Dios. Es precisamente en ese instante en el que nos decidimos cambiar y sanar, a curar y a crecer, el momento en que la vida nos devuelve un hermosos sentido de alegría, una energía refrescante para renovarnos en la fe, fe en nosotros mismos, fe en nuestro porvenir, fe en el útil servicio que por insignificante que seamos siempre podemos brindar a los demás.

Si somos débiles en reconocer esa verdad dependeremos siempre de los demás y las manifestaciones agudas (fiebre, dolor, malestar) acabaran convirtiéndose en crónicas y de ahí al proceso degenerativo y la enfermedad en incurable.

La enfermedad pues, trae algo más que la idea de la resignación y el sufrimiento, trae consigo el claro mensaje de la renovación personal y la esperanza. ¡Cuántos cambios positivos pueden seguir a una enfermedadbien atendida y bien tratada!

(Continuaremos en nuestra próxima entrega)

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