Después de su discurso ante la Asamblea de la ONU, donde Leonel Fernández finalmente concretó su propuesta para acabar con la especulación de las materias primas en los mercados, ahora debería ponerse a gobernar su país, saturado de especulación, delincuencia, corrupción y quiebra de todo lo que huela a gobierno, como es el caso del Bagricola, de la Lotería, del IDSS, del CEA y de la CDEEE.
Asimismo, el Gobierno con sus masivas importaciones, que le generan millones en comisiones a unos cuantos funcionarios, tiene quebrado a los productores de leche, arroz, pollo, ajo, cebolla y cerdo y en situación similar se encuentran varias industrias en la rama de la construcción.
Al mismo tiempo, el turismo, las remesas y el sector exportador, se tambalean en un ambiente de incertidumbre económica, sobrevaluación del peso, altas tasas de interés, inflación de dos dígitos y precios exhortantes en los combustibles y la energía. Mientras tanto el gobierno sigue con su masivo derroche de gastos y su indetenible aumento de la nomina publica.
Más de un año hablando de lo mismo y recabando apoyo internacional para UNA CRUZADA PERSONAL que no tienen mayor trascendencia en el mundo financiero y bursátil ya que los mercados de futuro de las materias primas, que el Presidente dominicano propuso eliminar en la Asamblea de la ONU, son parte del sistema capitalista desde que este dio sus primeros pasos en el siglo XVII.
Lo que no se sabe es si esa propuesta de Leonel también incluye la eliminación del mercado de futuro del azúcar, el café y el cacao. O quizás de los metales, como el ferroníquel y el oro. Esos productos son parte del grueso de bienes que este país exporta y que tienen un alto precio en los mercados internacionales, GRACIAS A LA ESPECULACION.
Todo esto es inentendible y nadie sabe quien asesora al Presidente en estos temas. Porque la verdad es que lo dicho por la Embajada de Norteamérica en el país en uno de los cables revelados por Wikileaks, es totalmente cierto. A Leonel le interesa más teorizar en la Fundación Global y en eventos internacionales, que gobernar, aunque es un experto repartiendo como un botín las arcas del Estado.
Por eso el país está a la deriva. Nada de lo que pasa en el quehacer institucional y que escandalizan a la opinión pública a diario, conmueve al Presidente. Y cuando todo está por explotar lo único que se le ocurre es llamar a una reunión en el Palacio para tratar el tema en cuestión, donde todo se maneja con extremo cuidado. El que habla demasiado o se expresa malestar, es condenado a la hoguera.
Así pasa siempre. En los barrios que el Presidente visita, en las reuniones que hace en las Provincias, o en visita programadas a clubes u organizaciones privadas, donde todo se maneja por el librito y donde las notas de prensa se preparan antes de cada reunión. Ningún ser extraño entra donde está el Presidente, porque el que dice alguna verdad que moleste o disguste a las autoridades, de inmediato es declarado enemigo del gobierno y perseguido.
Vivimos un trujillismo a lo moderno. Con una democracia maltrecha, una persecución soterrada, una economía que depende en un 70% del gobierno, una delincuencia que causa tanto terror como los crímenes de Estado y un excesivo culto a la personalidad que se manifiesta hasta en ciertos grupos de intelectuales y empresarios.
Es increíble a donde hemos llegado, lo que demuestra que todavía corre en la sangre de muchos dominicanos, el caudillismo, el miedo al poder y el lambonismo de la gran era del Jefe.