“la verdad es que siento no agradarles,

los saludo y les saco el sombrero

y los dejo viajando en el Parnaso

como ratas alegres en el queso.”

Canción de gesta (1960)

El pasado viernes 23 se cumplieron 43 años de la muerte de Pablo Neruda.

Es difícil saber qué hubiese sido de nosotros sin Neruda: son tantas y tan maravillosas las veces en que tuvimos que recurrir a él para encontrar las palabras que no teníamos:

“ADIÓS, pero conmigo

serás, irás adentro

de una gota de sangre que circule en mis venas

o fuera, beso que me abrasa el rostro

o cinturón de fuego en mi cintura.”

Como saben, Neruda muy joven abandonó la idea de participar en la sociedad civil y decidió militar en el ¡¡Partido Comunista!!, con lo que dejó de ser imparcial, objetivo y honesto. A pesar de haber sido pre candidato presidencial y luego Premio Nobel no calificaría para la Junta. Su compromiso, hasta el final, lo puso así en versos de su “Canto General”:

A mi partido

“Me has dado la fraternidad hacia el que no conozco.

Me has agregado la fuerza de todos los que viven.

Me has vuelto a dar la patria como en un nacimiento.

Me has dado la libertad que no tiene el solitario.

Me has hecho indestructible porque contigo no termino en mí mismo.”

No cabe duda que el poeta no estaría muy de acuerdo con la iniciativa, y que si lo invitaran al diálogo les declamaría una y mil veces el Versainograma provocando sonrojos:

“Andamos con orgullo y sin zapatos

Y nos creemos todos caballeros.

Cuando tuvimos pantalones largos

Nos escogimos pésimos gobiernos:

(rivalizamos mucho en este asunto,

Santo Domingo se sacó los premios).”

Aída Figueroa de Insunza, su protectora en los días de persecución, nos regaló en el año 2000 A la mesa con Neruda, que se ha convertido en componente irremplazable del altar de la mesa familiar donde se descifran sus recuerdos y se degustan sus recetas:

“EN el mar

tormentoso

de Chile

vive el rosado congrio,

gigante anguila

de nevada carne.”

Y… cuando por fin respondimos positivamente a la invitación –“Sube conmigo, amor americano/Besa conmigo las piedras secretas”– desde un puente sobre el río Urubamba, con una edición fresquita del “Canto general” a cuestas, creímos descubrir una inexplicable falla en la descripción del río cuando dice Neruda mirando esas mismas aguas que

“La plata torrencial del Urubamba

hace volar el polen a su copa amarilla.”

Leo, pero mientras miro el río pienso que con todo ese humus amarillo verdoso no hay modo de que el Urubamba sea “plata torrencial”.  Sigo subiendo, aceptada sin retorno la invitación a besar las “piedras secretas”.  A mi regreso a casa, queriendo también revivir el viaje, me encuentro con la versión clandestina del “Canto General” de 1950 que dice:

“La planta torrencial del Urubamba

hace volar el polen a su copa amarilla.”

Buscando y buscando encontré después que el error de cambiar “plata” por “planta” se originó en la primera edición mexicana y nadie tiene explicación del porqué Neruda nunca hizo la corrección.

Para cerrar estos recuerdos debo confesar que también gracias a Neruda soy íntimamente monárquico. El himno que me delata lo declaro a viva voz y muy fuerte. Mientras me acuso de tan contradictorio sentimiento político, le repito:

“Yo te he nombrado reina.

Hay más altas que tú, más altas.

Hay más puras que tú, más puras.

Hay más bellas que tú, hay más bellas.

Pero tú eres la reina.”