El Conde es estrecho y corto: apenas un kilómetro, desde el Parque  Independencia, al suroeste, hasta la calle Las Damas, al sureste. Camino por allí al filo de las 6 de la tarde en mi caminata habitual de un P.M. en “la vejez de la madurez” (?).

Histórico, activo, comercial, cultural, romántico, educativo, político,  caliesado, versátil…con uno que otro signo purulento y tintados de arrabal, lo que a algunos nostálgicos desfasados los lleva a afirmar que “ya no es El Conde”. Están anudados a un pasado “frizado”, que data de cuando…

El  Conde era la capital de la Capital de aquellos “Entonces” de los años cincuenta, sesenta y parte de los setenta idos. El Conde era el corazón de todas las cosas. La vida como que comenzaba por allí. Si venías de una provincia no conocerías la capital si no ibas a El Conde: caminar por sus aceras cual extremidades superiores que le daban vida, pendenciar portes y rostros de transeúntes, las cafeterías…Aquella vida de los “Entonces” comenzaba en los escaparates de sus tiendas con camisas blancas, negras, grises, azules, rojas, de cuadritos blancos y negros, y de rayas multicolores… ¡Ah!, los “polochers” de rayitas multicolores, las prendas femeninas aferradas a las maniquíes, las luces de neón, los zapatos lustrosos, los “wrangler Jeans” de “fuerte azul” tipo vaquero y los  pantalones  caquis.

Con prostitutas subrepticias, de tetitas saltarines apetecibles y nalgas que hipnotizaban a dizque “morbosos” (dominicanos) de los Entonces, buhoneros ambulantes de cajitas con encajes, agujas de coser, agujas Imperdibles, cortauñas, peines y raquetas, espejitos redondos, lápices de cejas, botones y chavetas de hueso, cintas, pinchos, lentes oscuros…

Sus esquinas con “piroperos” de ropas de colores combinados, con poetas barbudos que reproducían el pan en sus versos y con los revolucionarios que imitaban la vocecilla de  Fidel  Castro y condenaban al capitalismo explotador, y con los comunistas y sus peroratas infernales acerca  del existencialismo y la revolución cubana.

Y una “desconchiflada” cartera negra de mujer al borde de un contén, con la boca vieja abierta, que dejaba ver un pedacito de elástico blanco en su fondo oscuro y destellitos de un espejito cuadrado cuarteado.

Ahora no. O emigraron, o “se pasaron al enemigo”, o son gordos y descoñetados en sus confines íntimos, tristes, cansados, sudorosos de años…Pero algunos disfrutan del capitalismo a pesar de que estrujaron sus años juveniles contra los muros infranqueables de “la explotación del hombre por el hombre”.

Ahora El Conde es una arteria comercial de bajos perfiles, de locales comerciales cerrados, con centros privados de educación especializada a niveles bajo y medio.

De haitianos ofertando sus cuadros pictóricos, y escritores, poetas, pintores, reunidos en su “Palacio de la Esquizofrenia”, a las puertas de la Cafetería Colón, frente al parque Colón -otros van a La Cafetera- y jóvenes que frecuentan los negocios de juegos y de comida rápida; y todos van a conjugar el verbo “condear”, único caso de la lengua española en que se crea y existe un verbo que no lo es, aún siéndolo (?).