Ya no está físicamente Doña Margarita Tavares y sin embargo, permanece entre nosotros.
Se ha ido una mujer íntegra y de dotes morales incuestionables.
Se ha ausentado una dominicana ejemplar, como ciudadana, amiga, jurista y jueza.
Se ha ido una eminente persona a quien todo/as respetamos y que al mismo tiempo, nos inspiró ternura.
Nunca buscó protagonismos. Era sencilla y muy noble; prudente y comedida. Era, la que de alguna manera, todas hemos querido ser.
A Doña Margarita Tavares la conocí desde niña, no físicamente, sino en una foto hermosa de jovencita, con una cayena, embelleciendo aún más su pelo ondulado. Parecía una actriz a lo Greta Garbo. La foto la había dedicado a mi abuela Beatriz Simó Knniping y siempre la veíamos cuando destapaba su caja de metal, forrada por dentro, en donde tenía las fotos de la familia y de las amistades queridas. Nunca la olvidé por su belleza, y sobre todo, por la cayena adornando su bello rostro lleno de lozanía. Cuando preguntaba quién era, se me decía que era una abogada famosa, hija de uno de los más ilustres juristas que ha tenido en todos los tiempos la República Dominicana, Don Froilán Tavares, ex Rector de la entonces Universidad de Santo Domingo y autor del libro de procedimiento civil que todas las generaciones de abogado/as, hasta la fecha, han estudiado.
Luego, como a los 22 años tuve el honor de ir a su oficina y conocerla, porque ella estaba apoderada de la determinación de herederos de mi abuelo Juan Antonio Fernández Castillo y de la venta de la casa en donde se había criado mi padre y donde tuve el honor de criarme junto a mis hermanos.
Entonces tuve mucho acercamiento a ella y pude conocer a la abogada que desde niña había conocido.
Después, siendo Comisionada de Apoyo a la Reforma y Modernización de la Justicia me correspondió compartir con mucha frecuencia con ella en su calidad de Coordinadora de la Comisión nombrada por el Poder Ejecutivo para la reforma y actualización del Código de Procedimiento Civil. Nunca faltó a una reunión. No había causa humana que la hiciera faltar a su deber. Siempre callada y reservada ahí estaba dando de sí. Ahí estaba la gran jurista. Ahí estaba la mujer de la cayena en su pelo ondulado que ya se había vuelto más pequeña de tamaño y que caminaba con alguna dificultad.
Siempre la admiré y siempre quise ser una jurista como ella. Me trató invariablemente con el cariño y la distinción que todos/as deseamos. Aún con lo reservada que era, siempre sentía su calidez y su cercanía.
La seguiré queriendo aunque se haya ido, del mismo modo en que la seguiré recordando. Hay seres que no pueden olvidarse. Ella es un referente y un ícono para todas nosotras las mujeres dominicanas.
De alguna manera a ella tenemos que hacerle un lugar muy especial, pues ella no fue tan sólo la hija de Don Froilán, fue una jurista que hizo un espacio propio y que engrandeció la doctrina jurídica del país. No conozco otra dominicana que lo haya hecho como ella. En eso Doña Margarita Tavares es realmente, única.
Inclino mi cabeza en respeto a sus hechos y hago votos para que no dejemos ir su nombre con su cuerpo físico. Doña Margarita Tavares es un ejemplo y referente exquisito, como mujer y como intelectual, para las presentes y futuras generaciones.
Paz a sus restos. Adiós amiga del alma y jueza ejemplar.