El compromiso de un presidente es con las aulas de escuelas públicas,  no con las salas de cine que sirven de esparcimiento a los ricos y la clase media.  El empleo que le debe interesar es el nuevo, que se crea eliminando trabas, o removiendo espurios incentivos, al funcionamiento de los mercados.  Poca o ninguna atención merece crear oportunidades para que figuras de la farándula agreguen, a costillas del fisco, horas a una jornada laboral que, para trabajo serio, ya no daba para más.  El foco de interés de un mandatario es el agricultor pobre y propietario de unas pocas tareas, que debe producir para vivir y mantener su familia.  De mozalbetes millonarios que eligen el cine como actividad, se deben ocupar aquellos de quienes van a heredar industrias, bancos, fortunas, villas y castillos.

Leonel Fernández explicó las razones por las cuales nunca se comprometió  con los reclamos del 4% del PIB a la Educación.  Compartía la motivación de llevar más educación gratis a los pobres, pero llegó a ponderar aspectos como la reducida presión tributaria, el vínculo presupuestario al Producto Interno Bruto,  una variable que no controla el gobierno, y la deficiente capacidad de ejecución presupuestaria, que caracterizaba al Ministerio de Educación (MINERD), en gastar lo que se le asignaba. Pero a esa base imponible, reputada tan pequeña como próstata sana a los 19 años, sin embargo, le abrió una brecha fiscal con la Ley de Cine.  Este año, unos mil millones que se hubiesen podido distribuir en medicinas de bajo costo a los pobres, se van a dilapidar produciendo, con  honrosas y contadas excepciones, un montón  de películas malas y mediocres.

Danilo Medina, y los demás candidatos a las elecciones del 2012, firmaron un acuerdo para apoyar el 4% a Educación. El Presidente Medina está cumpliendo esa demanda que, en apoyo popular, creo superó aquella famosa del “Medio Millón para la UASD”.  Y la cumple, como me comenta un amigo economista, participando en un club de países donde los demás tienen presiones tributarias superiores al 20%.  También lo hace agobiado por demandas de mayor inversión pública en los pueblos. Tantas que él mismo ha solicitado que se las presenten en base a las prioridades, “porque para todo no hay”.

En este sentido, la formulación del Presupuesto 2015 es un escenario que se debe aprovechar para poner tope al voraz apetito del sector privado para consumir los incentivos fiscales de la Ley de Cine. Aquí se han tomado demasiado literalmente eso de que el cine es una “industria”. Cual maquila se ha puesto a guionistas, productores y actores trabajar 24/7 hasta maximizar la liberación de tributos.  El presupuesto no lo aguanta y a todos, por favor que se entienda, no nos hace falta una película criolla para aumentar el consumo de ocio. Mucho menos al pobre que, en su gran mayoría, no le alcanza para pagar boletas en cines donde predomina el público de clase media.

Opciones gratis o baratas para el ocio, sin necesidad de cercenar en provecho de pocos al fisco, tenemos por doquier.  Por ejemplo, un sondeo rápido me indica que las visitas a videos relacionados a las famosas chapas vibradoras, en YouTube, supera los cinco millones. Así que mi propuesta es sustituir la exoneración de impuesto sobre la renta al financiar películas, por  un aporte simbólico de 30 mil pesos a las que tengan un guion original,  redimibles en raciones de los Comedores Económicos durante el rodamiento. El cine que lo produzcan empresarios con su propio dinero, privatizando los éxitos y fracasos, como lo estuvieron haciendo antes de que la Ley de Cine contaminara el proceso y abriera la oportunidad de burlas fiscales al por mayor.