Hoy es tu cumpleaños y no esperaste a celebrar, te fuiste como todos los grandes hombres en silencio y con claridad de palabras, pensamientos y deseos. Fuiste mi maestro y amigo de cercanía. Te conocí apenas siendo una jovencita con muchas ganas de aprender y conocer. Mi profesor de paleografía española y manejo de documentos historiográficos.

Me empujaste, amar la historia colonial, y cuando fue necesario, me tiraste los papeles, por no estar de acuerdo con el norte de mis ideologías, pero a pesar de los pesares, me apoyaste siempre. Te admiro y respeto maestro. Ya la ciudad no será la misma. Tu caminar se detuvo, más tu escritura permanecerá, como todo lo bueno, atravesando siglos. Tu narrativa, ya sea en la novela, texto historiográfico y hasta en la poética abrirás bordes, traspasarás fronteras y será discutida por muchos. Hoy no te conocen todavía maestro, ya que fuiste ese barco con asquillo que siempre empujo en dirección contraria para dibujar horizontes.  Y como siempre me dijiste, “lo que se escribe, le pertenece a otros/as”.

Esta ciudad llora y me conmueven los sonidos de los vientos que anunciaron tu partida. Te lloro y en la distancia, yo volteo las páginas de tantos textos que escribiste y otros que garabateaste en mis notas, para que no me olvidará de abrir esos espacios no entendibles de la colonia.  El olor a libros antiguos, las metáforas y tantas cartas que guardo y en donde me empujas a seguir “doblando el lomo” como decías, para que escudriñe palabras, miradas, datas y trozos de memorias que esclarezcan discursos.

Fuiste un buen investigador, comprometido e irreverente. Lograste cruzar caminos no transitado, tu libro sobre el “Vudú en Santo Domingo”, rompió los estándares de los letrados oligárquicos y conservadores de esta nación. Eres eso, una metáfora grande en una ciudad chica. Tu sin razón aparente y esas rabietas, no era más que angustia y desdeño por tantos acordes de suntuosidad que limitan conocimiento, en una ciudad de políticos sin memorias y con poco interés por el conocimiento. Fuiste un hombre sencillo, al que ya no podremos escuchar. Se quedan en estos lares, los disfraces blindados, los taciturnos mediocres que construyen memorias de gestas inventadas, traga monedas fosilizados por los encumbramientos de pésimas narrativas. Hoy me quedan tus libros y esas notas que comprometen palabras. Hoy la oscuridad de la luna te lleva con su helada indiferencia, eres ese trozo de palabra que me falta.