Da lo mismo que un partícipe crucial de las relaciones y el trabajo político con Caamaño, como es Narciso Isa Conde,  haya hablado y explicado la historia una y otra vez.

Da lo mismo la carta de Amaury Germán Aristy a Francisco Alberto Caamaño, a fines de 1971, explicándole al Coronel de Abril su desconexión con la situación del país y las condiciones cada vez más difíciles para el proyecto guerrillero.

Dan lo mismo los escritos y las entrevistas de Juan Bosch, y que se publicaron recientemente, reunidas en un libro, detallando paso por paso sus relaciones con Caamaño. Incluso con cartas inéditas de 1966, con Bosch exhortando a Caamaño a ser el candidato presidencial del PRD y del frente antibalaguerista, y dejar de lado toda pretensión foquista-guerrillera que no contaba con las condiciones históricas, sociales ni políticas requeridas.

Dan lo mismo los documentos que muestran de manera fehaciente cómo Bosch y el PCD lo siguieron intentando hasta 1968 y que fue Caamaño quien decidió el fin de los diálogos al respecto.

Da igual la conducta de Hamlet Hermann, prominente intelectual, sobreviviente de Caracoles, quien, luego de ser sorteadas diferencias y distancias, llegó a ser estrecho colaborador de Juan Bosch y dirigente de su segundo partido político, el PLD, siempre con su honestidad, seriedad y rigor como estandartes.

Dan igual las declaraciones que más de una vez diera Fidel Castro, en cuanto a que el proyecto de Caamaño había perdido toda oportunidad en el escenario de 1973 y la “impaciencia” del Coronel, como la del Che. Y que ese mismo Fidel Castro recibiera con hermandad a Juan Bosch en La Habana en 1974, y que en 1988 le otorgara la Orden José Martí, la más alta condecoración de la República de Cuba y su Revolución.

Todo da igual.

Parece que cada cierto tiempo viene bien reciclar la peudo-tesis de que Bosch “lanzaba” para que Balaguer “bateara”, que le propiciaba las victorias, y que “traicionó a Caamaño” en 1973. Y que todo su esfuerzo patriótico hasta 1994 (cuando renunció a toda función en el PLD y tenía declarado ya su padecimiento de salud) fue un simple capricho personal contra Peña Gómez. En el último tiempo traspasaron todo límite, presentando a Juan Bosch directamente como el “calié” de Balaguer, que lo llamaba a su despacho para mantenerlo informado y de paso hablaban hasta de la familia. Los recursos argumentantivos son los mismos de siempre: “Yo vi”, “Yo estaba”, “Me dicen”, “Me dijeron”, “Fulano dijo”, “Sutano vio”.

Los encargados de esta tarea de divulgar la psuedo-tesis -valga la sorpresa- son personas tan teóricamente distantes pero tan cercanas en esta práctica disparatada como Víctor Gómez Bergés (cortesano de Balaguer), Bonaparte Gautreaux Piñeyro y Claudio Caamaño Grullón, por mencionar a los más sobresalientes aunque no los únicos de un total de cinco o seis opinantes sobre el tema. Hasta libros han publicado, o series de entrevistas y artículos. Tiempo sagrado que una sociedad como esta necesita en ideas útiles, malgastado en la desafortunada e improductiva labor, vaya usted a saber con qué relación costo-beneficio, mientras que el solo dato de lo variopinto de los autores da por sí solo para todo un análisis harto curioso y chispeante. Algo raro debe estar pasando ahí. Yo me revisaría frente al espejo, con ojo muy crítico, si fuera ellos.

Como hemos dejado traslucir al inicio de este escrito, hay argumentos contundentes y figuras prominentes que desmontan una a una cada infamia contra Juan Bosch. No vamos a repetirlos ni detallarlos. El lector tiene que darse a la tarea de estudiarlos, por un mínimo sentido de cultura general y de deber cívico. Como dijo Bolívar “nos han dominado más por la ignorancia que por la fuerza”. Y como enseña el Evangelio: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.

Sólo quiero dedicar a los autores de esta campaña contra Juan Bosch, que se recicla y oportunamente aparece en coyuntura electoral, una breve reflexión.

Que una tesis tiene que apoyarse en datos y documentos, sobre todo si se habla de un personaje histórico, y en pruebas contrastadas y cruzadas. No sirve seguir durante más de cuarenta años esgrimiendo las mismas versiones personales como si Bosch o Caamaño fueran vecinos de la cuadra, y no aportar nada salvo “vi” o “escuché”. La última prueba de Claudio Caamaño G. con la supuesta llamada al despacho de Balaguer que “le contó un tío” sencillamente da risa. Y las acusaciones sin pruebas se llaman calumnias y en el caso de figuras destacadas es además una mayúscula irresponsabilidad.

Que es de cobardes, no de valientes, atacar a quien no puede defenderse en ninguna circunstancia, sencillamente por no estar vivo.

Que usar a Francisco Alberto Caamaño Deñó para difamar a Juan Bosch, y hacerlo en medio de elecciones, en realidad no logra dañar a Bosch pero sí cometen un agravio grotesco y un irrespeto mayúsculo a Francisco Alberto Caamaño, a quienes agitan como héroe pero en realidad usan de pretexto y trampolín para un discurso sin objetivo transparente ni función constructiva. Otro tanto hacen con el propio José Francisco Peña Gómez.

Para todo dominicano y latinoamericano demócrata y patriota, Bosch y Caamaño son símbolos de primer orden. ¿Qué objetivo y qué aporte tiene destruir a uno de ellos? ¿O será que como no se tiene fuerza particular ni crédito propio para ser gravitante en la escena nacional, hay que recurrir de forma oportunista e insana a la figura noble y notable de Caamaño, o a deshonrar a Bosch?

Y que así como son capaces de intentar enlodar a otros con acusaciones sin rigor lógico y sin argumentos, sería muy bueno que rindieran cuentas y explicasen qué hacen por este país y este pueblo –además de dar declaraciones- luego de que tanto Bosch como Caamaño están muertos. Por qué están insertos hoy y no haber roto de una vez con la política que tanto dicen denostar –sin fundamento- en Juan Bosch: la de la mentira, la patraña, los arreglos de salón, la democracia de los negociados, los caprichos personales, los proyectos individuales y familiares, los deseos de caudillos, la trampa, la traición, la destrucción moral, el clientelismo, y la connivencia y complicidad con la derecha, el imperialismo y el balaguerismo en su fase más descompuesta y ruin.

Se sabe que a veces para evadir rendir cuentas por ser parte de quienes han llevado su Patria al lodazal, hay personas que tratan de hundir el honor de gigantes y de esa forma verse menos enanos. Es el acto de justificarse o tener paz a costa de la honra ajena. Disfrazan su opinión de verdad y confunden sus diferencias con el derecho a insultar y llamar "traidores" o "fracasados" a los demás.

Recapaciten. Ustedes no lo necesitan. Pueden pasar a la historia con méritos intelectuales y cívicos propios. Como dijo Martí, en el mundo  los hombres “andan en dos bandos: los que aman y construyen y los que odian y destruyen".

Creo que Bosch y Caamaño se dedicaron a construir. Sus obras de todo tipo son visibles. Pueden juzgarse y evaluarse, pero están ahí.

Y por último, tomen en cuenta que seguramente por haber sido uno de los que construyen, Juan Bosch ha sido respetado por figuras que ustedes seguramente aprecian: Milagros Ortiz Bosch, Hamlet Hermann, Narciso Isa Conde, "Bacho" Pérez, Franklin Franco, Roberto Cassá, el mismo Francisco A. Caamaño, Rafael Tomás Fernández Domínguez, Fidel Castro, Salvador Allende, Hugo Chávez, Pablo Neruda, Julio Cortázar, Mario Benedetti, Gabriel García Márquez, Eduardo Galeano, Guayasamín, Hortensia Bussi, Nicolás Guillén, María Zambrano, entre otros y otras.

Entre ellos y ustedes, entre sus honores a Bosch y estas infamias ¿Quién será el confundido o equivocado? ¿A quién debería creerle la gente inteligente y que se cuenta en el bando de los que construyen?

Les dejamos la pregunta de tarea.