(*) La lucha, a 30 días de culminar el proceso electoral, se concentra en el dominio del poder congresual y las instancias locales en la primera vuelta
Al inicio de la actual campaña electoral, publiqué el primero de esta serie de artículos destinados a la interpretación política de la actual coyuntura electoral, me concentré en el tema de las alianzas, las tipifiqué, y propuse la necesidad de que se produjera una unidad coyuntural de la oposición, con el objetivo de concertar posibles acuerdos aquí, allí o allá, de los diferentes partidos de oposición cuando hubiese coincidencias entre los distintos sectores que conforman bloques, alianzas o partidos opositores, sin que ello implicara la necesidad de sacrificar sus posiciones programáticas y estratégicas.
Estos acuerdos los propuse como una táctica política que hiciera más fácil que la oposición progresista llegara a ocupar posiciones en los curules congresuales y municipales, para desde allí continuar la lucha por sus ideas programáticas, y producir una incidencia política concreta en los diversos problemas nacionales que hoy emergen como una verdadera tragedia que asola al país y no hacen más que crecer, abatirnos- a menudo hasta la desesperanza- que hoy se apodera de no pocos dominicanos.
Los problemas que configuran en nuestro país la actual crisis política no sólo provienen de la evidente realidad y falta de credibilidad que afecta a los partidos políticos, sino a todo el Estado.
Esta crisis, que algunos políticos califican como la más grave vivida en el país después de la muerte de Trujillo y de la que se produjo tras la Revolución de Abril de 1965, tiene ángulos bien identificados no sólo por políticos y politólogos, sino también por nuestro pueblo:
–La inseguridad ciudadana, en primer lugar, y su más temible manifestación, la violencia; el involucramiento en actos delictivos de las instancias judiciales y policiales, de las Fuerzas Armadas y de los propios servicios de inteligencia;
–la incapacidad del Gobierno para trazar políticas y aplicarlas con la eficacia que se requiere para preservar el medio ambiente, y sobre todo al agua, que amenaza nuestra sobrevivencia, no sólo por la creciente escasez, sino por la contaminación de nuestros afluentes, embalses y ríos;
–la torpeza mostrada en establecer un sistema para el manejo de nuestros desechos sólidos, basura contaminante y aguas cloacales que contaminan el ambiente, lo que tiene consecuencias nefastas sobre la salud pública;
–el irresoluble problema de la falta de energía eléctrica, problema este que agrava y contribuye a disminuir la calidad de vida;
-y, sobre todo, que el Estado ha devenido en una fuente de acumulación originaria de capital, que corrompe a los funcionarios a todos los niveles y al concierto de quienes le brindan servicios, suministros y a sus simples empleados convertidos en clientes, lo cual ha creado esa oscura manta de corrupción, la incidencia del narcotráfico y la complicidad y el apañamiento de la justicia y las autoridades, y la impunidad que la acompaña, asfixiando cualquier aliento de valores patrios y ciudadanos, de solidaridad y del optimismo que se requieren para sobrevivir y abrirnos paso ante esta insoportable situación, lo cual es necesario superar para el desarrollo de una democracia de derecho y equidad social imprescindible en los tiempos actuales y para hacerle frente a todos estos problemas.
Empoderarnos de las decisiones congresuales o participar de ellas expresando los diversos aspectos críticos que representen, no sólo a las diferentes clases sociales, sino a los sectores, comunidades, minorías étnicas, sexuales, religiosas y políticas que conforman la sociedad dominicana, es, pues, una necesidad para abrirle espacio al desarrollo de una democracia política en nuestro país.
Porque ahora lo que sí tengo claro es que se aleja cada vez más la posibilidad de hacer sentir las voces de la oposición progresista en las cámaras legislativas y municipales. Y es que además de presentarse disgregados ante el electorado en cinco bloques, coaliciones y partidos, los llamados sectores progresistas se enfrentarán entre sí en cada provincia, municipio, circunscripción, y distritos electorales.
Desgraciadamente, la oposición no comprendió que tan intrincada red de problemas, entre otros, y circunstancias que tipifican la actual crisis del Estado dominicano requiere de una estructura legislativa plural y diversa que tendría que pasar por una unidad coyuntural de los distintos partidos, fuerzas, coaliciones, bloques, llamados a sí mismos fuerzas democráticas, progresistas y revolucionarias.
De haberse logrado hubiese potenciado la posibilidad de medir el impacto real de la totalidad de estas fuerzas –para llamarla de algún modo– progresistas. Así, la incidencia de estas fuerzas hubiese podido expresarse más allá, de haber concurrido juntas en espacio de unidad coyuntural, lo que no va a resultar por el hecho de incidir atomizadas.
El problema no es que la fuerza de oposición haya sido el fruto, históricamente, de una conformación diversa o distinta. El problema es que no haya tenido la capacidad de converger en esta coyuntura en puntos tácticos electorales para sumar sus fuerzas en los objetivos comunes que comparten.
Lo doloroso es que, en vez de converger, formando vectores, para potenciar las fuerzas que por diversas vías habían acumulado, hayan tomado la decisión de asistir al escenario electoral divididas para medir fuerzas entre ellas, beneficiando así al presidente candidato opositor y sus partidarios.
En algún momento, aquí habrá que explicar por cuáles razones en una provincia, el partido de Max Puig y MinouTavárez, el bloque de Fidel Santana y el PRM, la Alianza Pais y sus aliados, o parte de ellos, no pudieron ponerse de acuerdo para llevar una candidatura única a diputado, senador, alcalde, regidor o director distrital, si encuentran un candidato que los puedan representar por sus condiciones políticas, éticas, tradición de lucha y vocación social.
Un testigo histórico como lo es el licenciado Hatuey Decamps ha expresado con amargura el trabajo que le costó sentar en una mesa de diálogo y posibilidades de alianza política a Minou Tavárez Mirabal y a Guillermo Moreno, quienes coinciden cada vez en las que son sus propuestas políticas para enfrentar los problemas del país.
Porque ahora lo que sí tengo claro es que se aleja cada vez más la posibilidad de hacer sentir las voces de la oposición progresista en las cámaras legislativas y municipales. Y es que además de presentarse disgregados ante el electorado en cinco bloques, coaliciones y partidos, los llamados sectores progresistas se enfrentarán entre sí en cada provincia, municipio, circunscripción, y distritos electorales.
En cambio, el PLD, y sus aliados, han logrado potenciar sus fuerzas, a pesar de los conatos de crisis internas que los aquejan.
En una proclama a sus partidarios y aliados, el presidente candidato licenciado Danilo Medina expresó la semana pasada que él está ganado, que tiene ya logrado un 35% por encima de su más cercano contendor, y que está en campaña porque quiere lograr la mayoría en el Congreso; y, sin ningún empacho, afirmó que un presidente que no tenga el dominio de las cámaras legislativas se le hace imposible gobernar.
O sea, que el PLD está empeñado en mantener un poder político unipartidista en la instancia del Estado, y que las fuerzas de oposición que participan atomizadas en el actual proceso electoral–a niveles y en espacios, que por coincidir, podrían ir juntas en una unidad táctica coyuntural–no lo han hecho; y, de ese modo, se lo han facilitado; tanto como se lo facilitan las escasas fuerzas de una llamada “izquierda revolucionaria” encabezada por Narciso Isa Conde y otros seis pequeños grupos que, a pesar de su poca incidencia, han llamado a no votar.
El presidente candidato Danilo Medina, a mi modo de ver, tiene como propósito no únicamente reelegirse en la Presidencia. Busca, además, controlar las cámaras legislativas y la instancia municipal. La forma explícita en que se dirigió a un dirigente del PLD en uno de sus caravaneos durante la semana pasada, me confirma que esa es su decisión política:
“¿Qué hace usted en esta caravana, si no está en su jurisdicción? Usted no tiene que asistir a ningún caravaneo que no le corresponda a su comité. Su trabajo tiene que estarlo haciendo en el área donde usted vive, que es donde usted tiene la responsabilidad de hacer política”.
Cualquier politólogo, analista o político de experiencia podría deducir que lo que está ocurriendo a estas alturas, cuando faltan tan solo 30 días para finalizar la actual contienda electoral, es que el presidente candidato Danilo Medina se enfrenta a la posibilidad de ganar o perder en una primera vuelta la presidencia.
Pero lo que resulta evidente es que el PLD y el Lic. Danilo Medina han percibido la necesidad del dominio de las Cámaras legislativas, ya sea que gane las elecciones en una primera vuelta o que tengan que asistir a una segunda vuelta.
Esa estrategia no solo se ha puesto de manifiesto en el incremento de las campañas provinciales, que está llevando a cabo palmo a palmo en el país, sino que la hizo explícita Julito Hazim el pasado fin de semana cuando expresó que Danilo Medina tenía tres cosas claras al final de su campaña. Y las definió del siguiente modo:
Tiene claro sus acuerdos con el presidente del PRD, Miguel Vargas Maldonado; tiene claro sus acuerdos con Leonel Fernández y, por último, dijo que tiene claro que uno de sus objetivos es tener el dominio del Congreso.
¿Qué significa esto? Que Danilo Medina y el PLD tienen claro que ganen o no ganen la presidencia de la República en la primera vuelta, el dominio de las Cámaras legislativas y municipales constituye un objetivo en el que están concentrados lograr en la primera vuelta.
Si logran este doble dominio en una primera vuelta les permitiría ejercer, como lo prefiere realizar Danilo Medina, un poder totalitario; es decir que se saldría con la suya al obtener ambos trofeos: “el santo y la limosna”, es decir, la presidencia y el dominio de las Cámaras legislativas.
Pero si no logra la presidencia en una primera vuelta se está apertrechando para tener el poder en las Cámaras legislativas y en las diversas instancias municipales, lo que le permitiría una participación importante en el ejercicio del poder político del país, dado el dominio que ya tienen de los otros poderes.
Sólo circunstancias que generen una crisis política global que sumerja al país en un estado de ingobernabilidad e ilegitimidad, capaces de dislocar el actual proceso electoral, podrían impedir que los designios y vaticinios que son evidentes se realicen.
O, aunque ya no hay espacio para alianzas desde el punto de vista legal, los grupos de oposición podrían revalorar la conveniencia de llamar a sus partidarios a apoyar a este o aquel candidato, ante la evidencia de su mayor posibilidad de ganar al nivel congresual o municipal que se postula, en virtud de acuerdos tácticos, aunque no sean consagrados en alianzas electorales convencionales.
Pero, como lo ha establecido la Sociología y la Psicología de grupos, lo más probable es que este cambio de estrategia a lo largo del camino, no ocurra, pues las anteojeras y los compromisos contraídos con sus partidarios obligarán a los dirigentes opositores a continuar concentrados en obtener los resultados que definieron en el camino, obnubilados por el mecanismo psicológico de defensa racionalista, a lo que León Festinger denominó, “disonancia cognitiva”.
Pero, en fin de cuentas, la política es siempre un fenómeno en la que las predicciones tienen una alta carga de subjetividad, y en la que los resultados finales son impredecibles.
El análisis político desde una perspectiva partidaria, en vez de predicciones produce alternativas que orientan las acciones del grupo en pos del logro de las oportunidades que le brindan las posibilidades históricas.
No es en este momento histórico mi caso. En virtud de que no tengo ninguna militancia partidista ni, por tanto, capacidad en las tomas de decisiones. Mi interés en el análisis y la comprensión de la coyuntura actual, es parte de la responsabilidad que asumo como sociólogo político que soy, intelectual ,y ciudadano consciente.
Santo Domingo, D.N., 10 de abril de 2016