El poeta busca y se busca en el recuerdo porque es lo que ha quedado como cuerpo y visión del poema. La poética intuida y sensible que encontramos en su obra, resuena y se escucha en los versos del Romance de Francisco Javier Mellado Cortés, donde el locus miticus que ya es Albayzin, definido como… “el misterioso” y también “Claustro de mis tristezas. Que de niño yo sabía/ por la flor y la belleza/ y de muy niño lloraba a solas con mis quimeras…” (Op. cit. p. 17), se inscribe en otra poética más honda: la poética del recordar.
De niño y en aquel espacio humano, pero también, y sobre todo originario,
“…Presentía
del mundo tanta miseria
que en la calle me aguardaba
a que mayor yo me hiciera”.
(Ibídem)
“Ay, plaza del Albayzìn,
que a ti te llamaron Larga;
Como larga fue su espera
y más la desesperanza”.
(p. 19)
La poética de la vida y de la muerte se hace de recuerdos, nostalgias, pero también de historia. El poeta lo grita, lo re-vive, lo recuerda desde su lengua viva y desde el verso palpitante:
“Ay plaza del Albayzìn,
que a ti te llamaron Larga,
no quiero saber tu historia,
“duquelas” hieren mi alma”.
(p. 22)
La despedida que funciona a modo de epílogo del Romance, resume toda una historia de la voz poética andaluza que florece y construye un mundo de caminos y tiempos de la “esperanza”. Pues el poeta-cantor es el viviente de su creación y el soñador memorial de una poesía que se intuye y vive de su universo como fuerza y pensamiento de la voz que arde y sigue viviendo:
“Han conocido la historia
de un muchacho albaicinero;
que antes de abrirse en flor
se consumieron sus pétalos,
y del rosal arrancados
jamás florecer pudieron”.
(p. 33)
Aquello que vocaliza y hasta dramatiza el poeta desde su voz que es casi de todos, hace recordar y madurar la historia:
“La historia de una mujer,
que madre tuvo de dicha
de un hijo dar a luz;
y màs tarde la desdicha
de ver que la misma vida
al vivir se lo perdía”.
(Ibídem)
En su despedida, el poeta intuye y piensa en:
“El embrujo de una plaza
que árabe fue en su origen,
y más tarde castellana
en pie hasta hoy pervive
para encanto del que viene
a visitarla y gozarla;
que de El Albayzìn nombrada
se llama la Plaza Larga”.
(Ibídem. (pp. 33-34)
Lo que explica la creación misma del poeta se hace legible en la mitopoiesis conclusiva del poema. Las relaciones que desde lo interno y lo visional se apoya en el télos del poema crea su efecto en la historia-narración del poeta:
“Concluiría así la historia
del romance que les cuento,
si no fuera porque faltan
algunos principales hechos
y preguntas sin respuesta…
que paso a relatarles.
Pues también portan mis penas,
mis quejas y mis quimeras”.
(Ibídem)
No deja de ser denuncia este poemario de don Rafael Delgado Calvo-Flores. Y sus acusaciones a la droga y a quieres la imponen y difunden es un punto visible en la “Despedida”, pues como nos recuerda el poeta:
… la droga no anda sola,
ni desde el cielo ha venido;
la trajeron unas manos,
y otras manos repartido
aun tan pobre muchacho
que por ella ha sucumbido”.
(p.36)
Para el poeta, la droga tiene sus víctimas que son de ayer y de hoy, de presente y de pasado:
Francisco Javier, ayer;
Pedro hoy; mañana Felipe…
Páginas llenas de nombres
con tinta sangre se escriben
todos los días del año…” (Ibídem)
Indudablemente, el mito-poema que es también leyenda recuerda en sus octosílabos el romance y el cancionero lorquianos, bajo la estructura y dicción rítmicas que se deslizan en el placer de los tonos y acentos progresivos en esta estrofa que sintetiza y con ello concluye la Despedida:
“Francisco Javier Mellado
Cortés, de más noble casta.
Cortés, de recia familia.
De los Cortés de Granada.
Cortés, de hondo Albayzìn.
Cortés, de la Plaza Larga…”
(Ibídem)
Finalmente, es importante a los fines de conocer el retrato y la etopeya de don Rafael Delgado Calvo-Flores, que para él poesía y valor, poesía y ciencia, poesía y suelo, poesía y canto, poesía e historia, construyen ese diapasón cultural que instruye e intuye mundo, recuerdo y vida.