1.- La política ejercida con seriedad a los fines de hacer efectivas ideas renovadoras, requiere dignidad, respetabilidad, mesura, rectitud, y nada de informalidad e insensatez; hay que darle la importancia que ella tiene, tomarla en cuenta por su trascendencia.
2.- En el accionar político hay que actuar con serenidad, sin precipitación alguna; moverse sosegado para no dar pasos a ciegas; demostrar tranquilidad espiritual, proceder con ecuanimidad y desapasionado. Al tomar decisiones políticas hay que estar libre de nerviosismo, liberado de toda agitación y alteración de ánimo.
3.- La persona que decide abrazar la política como un sacerdocio, debe estar preparada para ser correcta en sus actuaciones, cumplidora en los compromisos que asume; escrupulosa, de integridad probada y firmemente juiciosa. La función política no es para desaprensivos, irresponsables y vagabundos.
4.- La importancia que entraña la política ejercida en serio impone que todo lo que se haga a su alrededor sea el resultado de un convencimiento aceptado como una verdad, algo serio y delicado. La broma no cuadra en los asuntos que tienen que ver con política seria, sin importar que sea pesada, medio en broma o entre bromas. Ser político no es lo mismo que chancero, chistoso y chungón.
5.- Para incidir en política persiguiendo objetivos de contenido social y de liberación, el actor ha de ser un individuo de carácter y reunir condición de dirigente; demostrar energía, gran empuje para influir por su entereza y ejemplo. Un desvergonzado, caradura y sinvergüenza carece de la personalidad adecuada para ser modelo político a seguir.
6.- Estar en política para satisfacer una inquietud, es cosa de caprichosos que, al final, demuestran que se equivocaron, pues los veleidosos están en la imposibilidad de cumplir una misión que sólo puede ser obra de perseverantes, constantes y tenaces. El voluble, capitoso y antojadizo no llega muy lejos, se queda a medio camino compartiendo con el impaciente y desidioso.
II.- Los indiferentes a la realidad nacional
7.- Lo que pinta la realidad dominicana es que no hemos logrado objetivos económicos, sociales e institucionales porque la generalidad de los actores políticos están interesados en resolver sus problemas personales, no así los de la mayoría del pueblo; se comportan como gestores de negocios, no como agentes interesados por cambios estructurales.
8.- La vida nos enseña que no todos los seres humanos están formados para actuar en política con desprendimiento; la generosidad no se adquiere por procuración, lo mismo que la esplendidez no se obtiene por receta. En la persona sensible no hay espacio alguno para la mezquindad, avaricia y ruindad.
9.- La sensibilidad es algo que está en la persona receptiva a lo justo, preocupada por lo que afecta a los demás, aunque personalmente no resulte lesionada. El desinterés no cuadra en aquellos que viven indiferentes a la intranquilidad de la colectividad; no se puede desdeñar nada que interesa a nuestros semejantes.
10.- El individualismo está dominando el accionar de la gran mayoría de los que sobresalen en las actividades políticas del país; a ellos no les importa el infortunio, la infelicidad de las grandes mayorías nacionales. El individualista mide la alegría del pueblo partiendo de su bienestar propio. Aquel que vive para sí mide el progreso tomando en cuenta su particular ascenso en la pirámide social.
11.- En la mente de los principales dirigentes de los partidos que controlan el electorado dominicano, no hay temas de interés para electores y electoras; su objetivo es ocupar un cargo desde el cual, a costa del presupuesto nacional, puedan darle solución a sus preocupaciones en el orden material y espiritual. Lo que conviene a los demás no inquieta a quienes sólo se mueven por lo suyo y nada más.
12.- Lo que a diario vemos en el cuadro político dominicano es a una gran mayoría de políticos para los cuales son extrañas lacras sociales como hambre, miseria, desempleo, pobreza, penurias, corrupción y criminalidad. Su mente está codificada para riqueza, impunidad, latrocinio y todo lo que significa avance, progreso en su patrimonio económico.
13.- La ideología que domina a los indiferentes políticos, la desgracia nacional no les preocupa en lo absoluto porque para ellos es normal actuar con el mayor descaro, total desfachatez y olímpica desvergüenza; ellos se atreven a todo con la creencia de que el pueblo acepta lo que venga, que no reaccionará ante tanta indecencia política.
III.- No es cuestión de maldición divina; hay que movilizar a todos los insatisfechos
14.- En estos momentos resulta difícil en el mosaico político dominicano encontrar mujeres y hombres motivados, impulsados a realizar actividades que tengan por finalidad cambiar el actual desastroso estado de cosas. Lo que se mueve en el quehacer politiquero actual está diseñado para lo particular, no para lo general; hay mucho de impasible, y muy poco de sensible.
16.- Los dominicanos y dominicanas que mantienen a nuestro pueblo viviendo en la más profunda opresión social, desprecio e inequidad, están aquí, lo mismo que se encuentran entre nosotros los llamados a revertir la presente situación de degradación moral y material que padecemos. Sólo falta que los comprometidos con la mayoría oprimida cumplan con su deber como luchadores sociales consecuentes con su forma de pensar y actuar.
17.- Si estamos convencidos de que las penurias que lesionan a la mayoría de la población dominicana no es cuestión de maldición divina, sino de un modelo económico que favorece a la minoría nacional y extranjera, entonces lo que procede es accionar para cambiar la desgracia actual que nos agobia, y construir una sociedad que sea llevadera y nos saque del drama de que nos estamos lamentando.
18.- Por la forma como se han comportado contra el pueblo los gestores de negocios políticos, no resulta difícil aglutinar a las masas populares para hacerlas dueñas de su destino, y se pongan en tensión todos los que han demostrado que están en política seriamente, identificados con las mejores causas, las de los que son los más, los oprimidos e insatisfechos con la forma degradada que está actualmente la sociedad dominicana.
19.- Lo que en las ciencias políticas y sociales se identifican como condiciones objetivas aquí están más que presentes, y las subjetivas también; y si éstas no están lo suficientemente desarrolladas, en el curso del proceso, sobre la marcha se fortalecen. Es cuestión de activar, acelerar, estimular a todos los insatisfechos, a los indignados de tanta miseria humana, sinvergüencería, oprobio y degeneración en todos los órdenes.
20.- No es verdad que en el medio social dominicano la mayoría de los integrantes de la sociedad están conformes con la forma como estamos viviendo en lo material y espiritual. Por muy holgado que esté económicamente un sector de la sociedad, anímicamente no se siente bien ante tanta y tanta corrupción pública y privada, criminalidad e impunidad, inseguridad personal y de bienes, degradación arriba y abajo, en fin, la alegría y el entusiasmo no cuadran en un ambiente de tristeza.
Reflexiones finales
a.- En política hay que combinar toda una serie de factores para que tenga éxito la acción emprendida, y decisiva la disposición de la persona que hace de actora, así como sus convicciones ideológicas. La determinación de luchar para que nuestro país salga del atolladero que lo han metido los partidos tradicionales, se hace necesario impulsar acciones y movilizaciones unitarias, libres de sectarismo y vanguardismo absurdo.
b.- Lo importante es tomar decisiones que al final den buenos resultados a los fines perseguidos; transitar sin dudas ni vacilaciones por el camino que nos ha de llevar a un destino de felicidad y gozo, bienestar y optimismo.
c.- Por muy difícil que se presenta la situación en el orden económico, ético y moral, el pueblo tiene las suficientes reservas y potencialidades para cambiar la realidad actual y levantar un mejor país. La decepción, el desencanto jamás debe apoderarse de los que vivimos entusiasmados pensando en un futuro luminoso para todos los dominicanos y dominicanas.
d.- No es cuestión de unificar a los descontentos desde el punto de vista de clase social; el objetivo debe ser aglutinar a los que no se identifican con el estado de degradación, el envilecimiento y lo pervertido de la situación actual. Unificar a los que aquí merecen y aspiran vivir en un país con igualdad de posibilidades para todos y todas, y con normas de decencia, orden e institucionalidad.
e.- En todo medio social se generan fenómenos nocivos que en una u otra forma repugnan a amplios grupos sociales, sin importar su ubicación clasista. De ahí que es posible coordinar acciones en torno a problemas comunes y específicos; la unidad de acción hace posible que marchen en la misma línea y por el mismo camino actores con diferentes ideas políticas e ideológicas.
f.- Adecentar el ambiente y recobrar la institucionalidad es una aspiración legítima que mueve y concita voluntades e intereses muy diversos. No hay un sector de nuestro país que se oponga a levantar su voz para exigir higienizar el medio en que vivimos, y que las instituciones sean funcionales para que no respondan a conveniencias grupales.
g.- Empujar en dirección hacia la limpieza social, posibilita que en el mismo trayecto se coloquen los dominicanos y dominicanas a los cuales repugna la porquería, el basurero en que nos estamos moviendo; el impulso, la energía unificada de los que son los más hará retroceder a la minoría que gusta medrar en ambientes contaminados, infectados por la tolerancia de las vagabunderías.
h.- En la medida que se logra articular a personas dispuestas a tener un mejor país, es posible neutralizar a los que actúan tranquilamente imponiéndonos sus designios, como si fuéramos un grupo de tarados, políticamente castrados, dispuestos a aceptarlo todo como insensibles y apáticos.
i.- Es cuestión de que ocupen el mismo espacio político y social los disconformes con seguir viviendo en este pantano social que nos movemos; que se expresen aquellos que tienen divergencia con los politiqueros; movilizar unísonos a los que son opuestos a continuar soportando el tigueraje en el accionar político.