Fue la última pregunta hecha por el maestro a sus alumnos a solo cuatro días de las elecciones generales en el país de Los Cocos. Lanzó la interrogante en la despedida de su curso de Introducción a la Sociedad ¿Quiénes de ustedes se levantará temprano para ir a ejercer el “sagrado derecho” de elegir a los nuevos gobernantes? Interrogó otra vez, con cierta insistencia.

El grupo de estudiantes se componía de 18 participantes con edad para ejercer el supremo sufragio por primera vez. Para asombro del tutor, 7 de ellos no sabían si irían a votar, 8 no votarían y el resto, lo harían por dos partidos pequeños. La perplejidad desencantada de aquel público con cierto nivel de conciencia ciudadana, llamó poderosamente la curiosidad del profesor. El desaliento de la nueva clientela electoral que tenía frente a él, se podía vender por metros cuadrados.  Luego de un corto silencio cargado de desazón, se escuchó:

No hay nada que elegir profesor, ya el destino o el azar en el que siempre hemos vivido en este país eligieron por nosotros, insinuó Pancho con un olor a ironía. ¿Podemos elegir la sociedad al igual que un carro en un dealer?  Preguntó José con actitud incómoda. La sociedad no la elegimos, la hacemos, contestó el maestro con cierto temor. Entonces, lo que vamos a hacer este 16 de mayo es un disparate, no sirve para nada. Dijo Manuel en tono airado. Si no crees en quien vas elegir, no sirve de nada respondió el tutor en tono sereno y mirando fijamente al alumno.

De repente, del otro lado del muro escolar un ruido paró violentamente el hilo de las preguntas que tomaban cuerpo en el salón de clase, se escuchó la voz prometedora de un repartidor de fortuna ajena: a las mujeres les aumentaremos el bono gas de 400 a 800 pesos mensuales y a los choferes del transporte público, de 2000 pesitos que le da este miserable gobierno, a 4,500… Voten por mí que es igual que hacerlo por una nueva sociedad para todos.  Las promesas se atropellaban entre ellas, e imponiéndose a la primera se escuchó esta otra que decía: haré lo que nunca se ha hecho, una república digital. Daré una computadora para cada dominicano y conectaré el país con el mundo. Prometían sin decir de donde saldrían los recursos para tal aumento o si habría electricidad suficiente para mantener tantas computadoras encendidas simultáneamente. Repartían el botín y se conectaban con una realidad inalámbrica, sin sujetos, sin sentimientos y con estómagos vacios.

Después de un silencio construido con aquellos ecos prometeicos de un país de sueños, Jorge rayando en la timidez, apuntó: Profesor, ¿Dónde podemos fabricar la sociedad que queremos? Aprendí desde chiquito que la sociedad se elige con el voto, no se fabrica. La cuestión es votar por la gente que la prometen y la van a dirigir. Querido Jorge, insinuó el maestro con tono devoto. La sociedad no es una promesa, un objeto que compramos en el presente electoral para ser vivido en el futuro. Por el contrario, es una realidad para ser fabricada ahora, en el presente, igual que nuestros padres edificaron sus casas y levantaron familias e hijos en torno a criterios y valores bien definidos. No es por casualidad que cuando vemos jóvenes dotados de principios éticos sólidos, pensemos en sus familias, en sus padres. Para fabricar una sociedad tenemos que proyectarla, pensarla, plasmarla y vigilarla con todas las miradas de los miembros del grupo.

El problema nuestro, continuó el maestro con gestos meditados, es que cada cuatro años compramos con nuestros votos una promesa que se cumplirá en el futuro y que siempre estará más allá del presente. Por eso vivimos en el pasado o en el futuro y encharcados en un presente muerto sin horizontes, donde apenas contamos como un voto que nos hace sentir que servimos para algo, no para elegir algo distinto a lo que tenemos. Queridos, apresuró el profesor con voz paternal, aquí, apuntando con su dedo índice el piso carcomido de la escuela, las bancas de loterías ofrecen más esperanzas que todas las instituciones juntas de este país. Vamos con más entusiasmo a las bancas de apuestas que a las urnas, a la escuela, los hospitales y las iglesias.

El silencio se apoderó del espacio, sin encontrar respuestas ante aquellas palabras que parecían la sombra de una verdad nacional.  Maestro ¿Qué es la sociedad y cuál es la que elegiré con mi voto este 16 de mayo? Se le ocurrió preguntar a Pedro, alumno que había permanecido en silencio a lo largo de todo el año.

Ante esta interrogante dijo: Justo en la mitad del curso decíamos que una sociedad es un grupo de individuos con ideas distintas, con características comunes, que se ponen de acuerdo para producir instituciones que redunden en la producción de una mejor calidad de vida para todos. ¿Cómo consiguen ponerse de acuerdo esos individuos de pensamientos distintos? Para eso es necesario tener ideas claras sobre la nación que quieren y pueden darse, producir leyes inquebrantables y que tengan el mismo efecto para todos los miembros de sus asociados, recordó el docente.

¿Cómo? Si es así, este próximo domingo no elegiremos nada, eso que usted define no llega a ser la máscara del presente de nuestro país, respondió María con ironía desde el centro de la sala.  La que me ofrecen no es la que quiero elegir. ¿Significa esto que mi voto no elige a nadie? Su voto, apenas escoge la continuidad de una “sociedad” que fabricaron para usted, haciéndole creer que es parte importante de ella, su diseño y sobre todo, de su futuro.