Al Presidente Medina le está yendo la mar de bien. A pocas horas de que la pluma incondicional del judas isleño, Cesar Medina, anunciara la supuesta abstención del candidato opositor, Luis Abinader, el ex Presidente Leonel Fernández deja a un lado la melancolía y demostrando una inteligencia emocional superior a “los Vinchos”, se monta en su jeepeta y sale a hacer campaña por el hombre que lo ha arruinado políticamente. El ex Presidente Fernández conoce bien su oficio. Tal parece que estamos frente a una proclamación, y no en unas elecciones. Como va la cosa el Presidente Medina terminará con el favor de prácticamente todo el censo de los votantes. Pero todo esto que se nos presenta ¿Es real? ¿Es esta popularidad la verdadera voluntad del pueblo volcada a favor de un candidato o hay algo más?
"Algún amor creerá” ` que se trata de la normal simpatía de un pueblo agradecido por las ejecutorias ejemplares de su Presidente. Y así debería ser. Pero no es así. Se trata más bien de la culminación de un trabajo de un partido que ha impuesto una dictadura que está ya en la adolescencia. Admito que no poseo las herramientas para enmarcar este modelo de actuación que funciona exactamente como una democracia, con la única salvedad de que no lo es.
Se trata de un grupo de personas que se ha reunido alrededor de un líder y esas personas están imponiendo su voluntad absoluta y omnímoda. Curiosamente, en este caso, el líder no importa, el grupo se acomoda al líder de conveniencia. Lo prioritario en no perder el poder que garantiza los privilegios y ventajas. Como todas las dictaduras venden una razón para su existencia, y en este caso es asombrosamente simple como efectiva: nadie lo haría mejor que ellas. La oposición es el atraso y el caos. Ellas representan el orden, el progreso y el desarrollo. De hecho, deberíamos estar agradecidos de su permanencia en el poder.
Para sus propósitos han recurrido a prácticas verdaderamente reprochables: han comprado y destruido o reducido a su mínima expresión a los partidos de oposición más importantes; han suprimido la independencia de los poderes a los que manejan a su antojo; han comprado a casi toda la prensa nacional; han creado un enorme Estado para darle cobija a sus afiliados, que mantienen con el presupuesto nacional, sin importar los déficits que esto acarrea, endeudando seriamente al país. Se han cuidado de no cometer excesos o crímenes políticos para no generar antipatías y por lo bajo pactan impunidades y legalizan la corrupción. En fin ¿Es este un escenario propicio para unas elecciones libres? ¿Cómo ha sucedido todo esto? ¿Cómo hemos permitido que sucediera?
La astucia no ha sido poca, si pensamos que todo esto acontece en una era de luz. En un tiempo que la región rebosa de una apertura a la institucionalidad y a la democracia. Lo han hecho en nuestra propia cara y nos lo han pasado en multimedia.
Entonces repito, ¿Cómo lo hemos permitido? Más o menos tengo algunas ideas como respuesta, que pueden resumirse en una palabra: ambición. Palabra peligrosa, tan peligrosa como las ideas.