Llevan lustros gobernando, y el mismo tiempo llevo esforzándome en descifrar el código retórico pelediano; una narrativa contradictoria que debe ser entendida. Si no hubiésemos visto de cerca crecer a esos sagaces líderes políticos escapados del boschismo, pobres ayer, millonarios hoy, resultaría fácil afirmar que están enajenados: ven cosas que no existen, aparentan descarrilamiento psicológico. Pero no es así.
Tanto en Azua como en París espetan sin rubor historias de progreso y felicidad inexistente. Describen victorias nunca alcanzadas entre malabares numéricos y verbales. Lo curioso es que pocos creen. Ni ellos tampoco. ¿Qué pudiera estar sucediendo?
El enfermo psiquiátrico pierde el juicio mientras la psicosis neutraliza su inteligencia. Pero estos caudillos no deliran, por el contrario, saben muy bien lo que hacen. Reparten retórica diseñada, de encargo, con premeditación y propósito fijo, que venimos escuchándosela a leonelistas y danilistas por igual.
No es parla esquizofrénica, es demagógica. Sin embargo, a medida que creo entender su código el discurso pierde categoría de disparate, y abandono la tesis de que esos tribunos sufren de personalidad múltiple. No padecen de nada. Todo está calculado. Si de algo pueden catalogarse seria de inescrupulosos vendedores de baratijas.
Tiene explicación el intríngulis discursivo morado. Sólo hay que tomar en cuenta esa inagotable y desesperada ambición de poder que les caracteriza. Y, no lo perdamos de vista, de cubrirse la retirada. Utilizan tres narrativas: local, internacional, y de acogida. Cuentan tres historias disimiles entre sí, representando personajes distintos. Desconciertan en el primer momento, pero cuando somos capaces de adivinar el truco, se aclara todo.
Estoy convencido: saben perfectamente lo que hablan sin perturbarse por epítetos negativos ni adjetivos impronunciables. Cada palabra tiene público y propósito, una razón de ser.
Aquí, pintan paraísos de maravilla intentando engatusar ignorantes y de conservar la militancia que, a pesar de estar bien pagada, tiene esporádicos remordimiento de conciencia. Urge avivarles el seguimiento mostrándoles como convierten el agua en vino.
Afuera, afirman haber hecho lo que no hacen. Esas mentiras, parecen creer, sirven para mitigar el descrédito que comienza a volar de país en país entre tormentas de corruptelas. (De pasada, engordan el ego fungiendo de estadistas internacionales.)
La representación estelar es la del héroe demócrata y honesto. Esa actuación apunta al tercer objetivo: preparar lugares de acogida, por si tocan "a huir se ha dicho", que “hombre precavido vale por dos”. Es urgente mantener amigos por doquier, el momento de pedir amparo no puede descartarse. Tienen presente el número de colegas que andan corriendo en busca de cobijo
En fin, lo que parece locura y desdoblamiento no es tal. Es un proyecto coherente, con un idioma descifrable. La meta es el poder. De perderlo, la escapada.
Permanecen indiferentes a burlas y desmentidos. Cualquier epíteto negativo entra por un oído y sale por el otro; aprendieron en la abundancia que el éxito es eficaz detergente para lavar insultos. Se dice lo que convenga y punto. Puede que sea retórica barata y maliciosa, pero es bien pensada. Sin un ápice de locura.