A mí, el que el Cameján mayor del mundo, Barak Obama, y el segundo Cameján Mayor de la Isla, Raúl Castro, se hayan encontrado en la mágica Habana me parece una las maravillas del mundo, tan grande o aún más que las pirámides de Egipto, que ahora solo sirven para fascinar a los turistas y producir buenos ingresos en divisas e impuestos. Ahí están los dos mandatarios sonriendo, dándose sus parabienes a futuro, con un punzón en las manos dispuestos a romper las numerosas barras de hielo que durante más de cincuenta años han paralizado las relaciones entre Cuba y EEUU. Ambos, pidiendo cacao a su manera, pues el negocio es el negocio por un lado, y la miseria tiene cara de hereje por el otro, eso sí, cada uno tirando además y de propina, sus puyitas.
El Obama diciendo que se necesita más libertad para los ciudadanos, y el Raúl respondiendo que nadie se va a meter en sus cosas, y que van a seguir como hasta ahora. Y el Fidel diciendo que el imperio no tiene que regalarles nada. Claro que esos son puntos de obligada retórica discursiva para quedar bien con los suyos, una vieja táctica de frases duras para fijar posiciones de ventaja frente a las negociaciones. Pero el punto central es el de ir dando fin al asfixiante embargo de más de medio siglo, y comenzar una nueva era de abrazos y piropos, pues si los cubanos han tenido que odiar a los norteamericanos no ha sido por otro motivo más que el de no haberles dejado ser sus amigos, y haberlos echado en brazos de los rusos ¡con lo que huelen a vodka y lo besucones que son! y de los chinos que no comen con tenedor ni cuchillo, sino con unos palitos bien difíciles, inclusive en los del Papa, el máximo representante del opio para el pueblo que es la religión, según el marxismo. Un señor tan serio que no baila, ni bebe ron, ni fuma cigarros, como disfruta todo buen cubano .
No hay nadie más americanista que los cubanos, así como no hay nadie más cubanista que los dominicanos, que siempre hemos tenido una gran influencia y admiración por estos alegres y dicharacheros vecinos, en el beisbol y el boxeo, en la música, Celia Cruz, Pérez Prado, Compai Segundo, el son, la guaracha… en la literatura con Carpentier y muchas áreas más. Todavía los programas del fabulosos Tres Patines y compartes, el Juez, Nananina y Rudesindo, desaparecidos hace muchos años, siguen haciendo reír como el primer día a una notoria audiencia en nuestro país.
Barack Obama, a mi entender, ha sido -es- un excelente político, el primer negro, o seminegro, como ustedes prefieran, en mandar en un país que se cree 100% caucásico, todo un avance institucional en una nación tan compleja como los EE.UU. Obama ha contribuido, llevando la batuta, en misiones internacionales muy delicadas como la apertura de Irán a occidente y su abandono de la fabricación de armas atómicas, el ya citado inicio del deshielo cubano, y muy recientemente, a restaurar la confianza gringa con Argentina. En lo interior, ha abordado muchas reformas importantes, como la sanidad, el empleo y la emigración, si bien este Quijote prieto demócrata ha chocado con los poderos molinos blancos republicanos del congreso, que le han frenado muchas de sus iniciativas.
Sobre el Primer Cameján de la Isla, Fidel Castro, hay una valoración como una moneda de dos caras, por un lado fascina a la inmensa mayoría de latinoamericanos como personaje que a puro valor y testosteronas, es capaz de llevar a cabo heroicidades como el asalto Cuartel de la Montaña, desembarcar y echar a tiros de fusil a Batista, exportar su revolución al Congo y Angola, involucrando de paso en el lío a Namibia y Sudáfrica, o llevarla al corazón de Bolivia, de auspiciar un Ché Guevara como prototipo del guerrillero romántico, liberador de pueblos oprimidos, de enfrentar con determinación a los gringos y sus numerosos atentados fallidos, y de mantener a raya y ración de comida todo un pueblo durante más de cinco décadas. Un personaje así, hay que reconocerlo, sólo se dan muy pocos, si se llegan a dar, en siglos. Pero claro está, el ser famoso no quiere decir que se tenga que ser un santo para sus conciudadanos. Famosos, por ejemplo, son Atila, Stalin, Hitler, Musolini, o Franco, los cuales han sido verdaderos azotes para sus pueblos.
En la otra cara de la moneda sobre Fidel, hay quienes dicen que si alguien se erige en el jefe máximo de un país durante cincuenta y siete años, sin dar libertad de expresión, sin permitir partidos opositores, sin elecciones verdaderas, encarcelando a los que piensan contrario, dejando en la miseria a todo un pueblo en nombre de una ideología que hasta sus máximos representante, los soviéticos, la abandonaron, y que cuando se enferma, retira o traspasa la propiedad a su hermano, como si fuera una finca familiar o una heredad privada, entonces ya no es un sátrapa, ni un tirano, ni un déspota, ni un dictador, ni un autoritario, sino que es un sinvergüenza del poder, que con la excusa de una preciosa ideología inicial, ha llevado a cabo una política personalista a su antojo, que ha hecho, hace y deshace a su antojo, convirtiéndose en un dictador aún más férreo y pernicioso que el que derrocó.
Aquí, en nuestro país, todavía hay una generación, ya está entrada en años, valiosa, culta, formada por profesionales, profesores, periodistas, comunicadores, etc., seguidores hasta lo último de Fidel Castro, que por diversos avatares históricos de todos conocidos, vieron frustradas sus esperanzas de implantar aquí la revolución cubana e iniciar una mejor era para la vejada sociedad dominicana. Ahora, son auténticos demócratas, defensores de la libertad y los derechos humanos, pero siguen adorando y creyendo en el dios Fidel quien, irónicamente, representa todo lo contrario a lo que ellos propugnan. ¡Cosas de la vida! Ya lo dijeron los preciosos versos medievales del Cantar de los Cantares… “Cosas veredes, mío Cid, que no las creyeres” ¡Cualquiera no lo cree!