Hace diez días, falleció uno de los filósofos norteamericanos de mayor relevancia en los últimos cincuenta años. Su nombre, Hilary Putnam.

Poco conocido en nuestros ambientes latinoamericanos, donde la filosofía analítica ha sido tradicionalmente marginada en beneficio de enfoques más acordes con la tradición filosófica continental europea, Putnam fue uno de esos pocos pensadores innovadores en múltiples áreas del conocimiento, desde la lógica a la filosofía de la mente, pasando por la filosofía del lenguaje y la epistemología.

Putnam se hizo célebre por el experimento mental de la “Tierra Gemela”. En el mismo, imaginó la existencia de un planeta casi igual al nuestro denominado “Tierra Gemela”. En este lugar puede encontrarse una réplica de cada persona existente en la Tierra, es decir, de usted, de mí y de todas las personas que cohabitan en nuestro planeta, así como de cada objeto que yace en la misma. Pero “Tierra Gemela” no es exactamente igual a la Tierra, porque carece de agua. En su lugar, posee un líquido cuya composición química es distinta denominada “XYZ”.

Los habitantes de “Tierra Gemela”, denominan “agua” a este líquido de composición distinta a la nuestra, mientras los terrícolas designan con el mismo nombre al líquido que conocemos como tal. No obstante, todos desconocen que los estados de la materia referidos son  “H2O” y “XYZ” respectivamente. Las experiencias de los habitantes de los dos mundos con sus respectivos líquidos es idéntica.

Entonces, Putnam nos invita a reflexionar sobre la siguiente situación. Imaginemos a un individuo llamado Óscar que habita en nuestro planeta y que tiene una réplica en “Tierra Gemela”. Lo llamaremos “Óscar Gemelo”. Cuando ambos se refieren  a los líquidos de sus respectivos planetas como “agua”, ¿se refieren a lo mismo?  Los cerebros de ambos son idénticos, pero cuando Óscar pronuncia el término “agua” se refiere a “H2O y cuando “Óscar Gemelo” utiliza el término “agua” se refiere a “XYZ”. La implicación que Putnam extrae de la situación es que “el significado no está en la mente”. Es decir, no es, básicamente, un contenido que yace dentro de las cabezas de las personas. Por el contrario, el modo en que significamos está condicionado “externamente”, por un entorno, por el proceso mediante el cual aprendimos a emplear los términos del modo en que lo hacemos. El enfoque de Putnam se conoce como “externalismo semántico”.

Putnam también es conocido por las constantes críticas a que sometió sus propias teorías. Esto lo llevó a modificarlas a lo largo de su vida. Su larga trayectoria profesional constituye un modelo de quehacer intelectual, una lección de vida, un ejemplo de actitud consistente en la constante disposición a modificar nuestras ideas, no por moda o por cansancio, sino porque tenemos la suficiente humildad para autocriticarnos, la honestidad intelectual para reconocer nuestros errores y el coraje para replantearnos los problemas y sus soluciones. En ello radica el espíritu de la filosofía.