Los partidos y los políticos de la derecha están en ascendencia en Europa y Estados Unidos. Donald Trump es el mejor ejemplo.

Todos tienen en común su odio hacia los inmigrantes, sean mexicanos o musulmanes, su xenofobia y su racismo. Trump quiere construir un muro en la frontera sur para que los mexicanos no entren y que este sea pagado por los propios mexicanos. Tampoco dejaría entrar a los musulmanes, pues considera a todos terroristas. En Europa, ante el gran flujo de inmigrantes sirios, quienes huyen de la violencia de su guerra civil, los partidos de derecha utilizan los mismos argumentos. Así piensan Marine Le Pen en Francia, Frauke Petry del Partido Alternativo para Alemania, Nigel Fanage del Partido de Independencia Inglés, Geert Wilders en Dinamarca, Lech Kaczynski del PIS polaco, Heinz-Christian Strache del FPO austríaco y Georgia Meloni de Fratelli d’Italia. En España, además de lo que queda de la Falange franquista, está José Luis Roberto del Partido España 2000 y Manuel Carduela del Partido Democracia Nacional.

Todos están en ascenso en encuestas y con buenas perspectivas electorales. La débil situación económica también ha servido de caldo de cultivo. Recordemos que el nazismo surgió durante la gran hiperinflación resultante de los errores de los aliados en el Tratado de Versalles con sus sanciones impuestas tras su victoria en la Primera Guerra Mundial.

Las rasgos personales de estos neofascistas y ultra derechistas también tienen mucho en común. Como Trump, insultan, ofenden, denigran, dicen mentiras y llegan hasta el libelo y amenazan con el uso de la fuerza. Trump cree en la tortura y el ataque contra civiles durante conflictos armados. Y es que desde McCarthy en los años cincuenta, no había surgido en Estados Unidos un demagogo derechista como este.

Según las últimas encuestas Hilary Clinton solo le ganaría a Trump por 6 puntos, sacando Trump un sólido 41% del voto popular. Cruz, otro derechista, le está ganando a Hilary Clinton en 4 de las últimas 5 encuestas.

Pero hay excepciones, como el caso de la República Dominicana, donde la ultraderecha está representada por la Fuerza Nacional Progresista (FNP), fundada por la familia Castillo, pues al igual que los Le Pen en Francia, es asunto de familia. Están en contra de la inmigración, son anti-haitianos, antiamericanos y también quieren construir un muro. El Papa solo se refirió a Trump cuando dijo que no puede ser cristiano quien aboga por muros y no puentes. Con el tema anti-haitiano, estimulado por la gran migración después del terremoto del lado oeste de la isla y la muy controvertida sentencia de nuestro Tribunal Constitucional, se pensaría que aquí también existe un espeso caldo de cultivo para que también ascienda la derecha, pero ha resultado ser todo lo contrario. Es más, el tema de la inmigración haitiana no se ha convertido en un asunto importante en la actual campaña electoral.

Al separarse del gobierno y convertirse en oposición, la FNP ha dejado sus jugosos puestos en el gobierno y ha perdido fuerza en términos generales. Las encuestas indican que Pelegrín Castillo, candidato presidencial de la FNP, no sacará ni siquiera un 1% del voto y su hermano Vinicio es improbable que gane. A pesar de los muchos espacios que ocupan por radio, televisión y la prensa escrita, no luce que sacarán muchos votos. Tal vez su vinculación con el escándalo del proyecto de los rayos X en los puertos, que tanto defendieron, o su también vinculación con su pariente el Dr. Salomón Melgen, acusado en la Florida por fraude contra el gobierno federal y quien, además, es responsable de que un importante senador norteamericano también haya sido sometido a la justicia, todo eso luce que ha influido en su fracaso. Pero tal vez se deba a su forma de insultar y de mentir. Sea lo que sea, la ultraderecha dominicana va en contra de la corriente de esa misma tendencia política en el resto del mundo.