La sociedad postmoderna es conocida como la era de la información, sin embargo, pese a las múltiples cantidades de medios para transmitir un mensaje esta sociedad es la sociedad más desinformada que existe.
La información forma parte del mercado global y la noticia viaja a una velocidad vertiginosa, pero al mismo tiempo los medios cumplen otra función y es la de servir al estatus quo para manipular mediáticamente a las sociedades y así convertirlas en un manojo de seres moldeados al antojo de las corporaciones informativas y de los gobiernos. Pondré un solo ejemplo de cuán efectivos suelen ser los medios para una estrategia de manipulación.
La primera operación moderna de manipulación llevada a cabo por un gobierno ocurrió en los Estados Unidos bajo el mandato de Woodrow Wilson. Este fue elegido presidente en 1916 como líder de la plataforma electoral Paz sin victoria, cuando se cruzaba el ecuador de la Primera Guerra Mundial.
La administración Wilson había decidido que el país tomaría parte en el conflicto, pero la sociedad se preguntaba qué rayos debía hacer Estados Unidos en un conflicto básicamente europeo.
Había por tanto que hacer algo para inducir en la sociedad la idea de la obligación de participar en la guerra. Para estos fines se creó una comisión de propaganda gubernamental, conocida con el nombre de Comisión Creel, que, en seis meses, logró convertir una población pacífica en otra histérica y belicista que quería ir a la guerra y destruir todo lo que oliera a alemán, despedazar a todos los alemanes, y salvar así al mundo. Se alcanzó un éxito extraordinario que conduciría a otro mayor todavía: precisamente en aquella época y después de la guerra se utilizaron las mismas técnicas para avivar lo que se conocía como Miedo rojo. Ello permitió la destrucción de sindicatos y la eliminación de problemas tan peligrosos como la libertad de prensa o de pensamiento político. El poder financiero y empresarial y los medios de comunicación fomentaron y prestaron un gran apoyo a esta operación, de la que, a su vez, obtuvieron todo tipo de provechos.
Los medios utilizados fueron muy amplios. Por ejemplo, se fabricaron montones de atrocidades supuestamente cometidas por los alemanes, en las que se incluían niños belgas con los miembros arrancados y todo tipo de cosas horribles, buena parte de lo cual fue inventado por el Ministerio británico de propaganda, cuyo auténtico propósito en aquel momento era el de dirigir el pensamiento de la mayor parte del mundo. Pero la cuestión clave era la de controlar el pensamiento de los miembros más inteligentes de la sociedad americana, quienes, a su vez, diseminarían la propaganda que estaba siendo elaborada y llevarían al pacífico país a la histeria propia de los tiempos de guerra. Y funcionó muy bien, al tiempo que nos enseñaba algo importante: cuando la propaganda que dimana del estado recibe el apoyo de las clases de un nivel cultural elevado y no se permite ninguna desviación en su contenido, el efecto puede ser enorme.
Una vanguardia de intelectuales revolucionarios toma el poder mediante revoluciones populares que les proporcionan la fuerza necesaria para ello, para conducir después a las masas estúpidas a un futuro en el que estas son demasiado ineptas e incompetentes para imaginar y prever nada por sí mismas.
Dentro de estas estrategias se pueden incluir las famosas encuestas electorales o el cine basado en comedias que se realizan en el país, pero de esto hablaremos la próxima semana.