No hay nada nuevo en el ilusorio intento de lograr la cuadratura del círculo. He utilizado en ocasiones ese lenguaje simbólico para hacer resaltar algo difícil de lograr, sobre todo en el gran mundo de la política. En Estados Unidos se ha intentado lograr esa cuadratura en otras ocasiones, algo que no se limita a esta geografía.
En cierta forma se logró algo parecido a la cuadratura del círculo con las elecciones de John Quincy Adams, Rutherford Hayes, Banjamin Harrison y George W. Bush, proclamados como presidentes electos de Estados Unidos sin haber logrado mayoría en el voto popular. En esa primera “cuadratura”, Adams fue elegido en la Cámara de Representantes pues no obtuvo ni el voto popular ni la mayoría de los compromisarios del Colegio Electoral.
En la segunda, Hayes fue elegido mediante una flagrante componenda que permitió trasladar a su candidatura compromisarios de su oponente Samuel Tilden, que había obtenido mayoría en los votos populares y de compromisarios. Casi nada.
La tercera “cuadratura del círculo” llevó al poder a Harrison y fue más sencilla. Simplemente este ganó la mayoría de los compromisarios y así logró retirar de la Casa Blanca al presidente Grover Cleveland, elegido por el voto popular. La venganza de Cleveland llegaría cuatro años después, aunque fue el único presidente que ganó tres veces el voto popular y sólo gobernó en dos ocasiones, separada la una de la otra por cuatro años.
El más conocido ejercicio de los especialistas en la “cuadratura” ocurrió recientemente, en el 2000, cuando la Corte Suprema, integrada en su mayoría por magistrados designados por presidentes republicanos, interrumpió el reconteo de votos en la Florida para impedir la elección de Al Gore. Este último se retiró gentilmente a su casa a pesar de haber ganado con una ventaja de 539,000 el voto popular. Todavía muchos consideramos como curiosísimo que se declarara perdedor a Gore en un estado gobernado por un hermano de su rival y que el margen de diferencia, a favor de Bush, en Florida fue sólo el 0.0092 %, es decir, poco más de 500 sufragios en un reconteo que convirtió en gran electora a la Corte Suprema. Otra notorio “casualidad” fue que Bush, gracias a la Florida, obtuvo la presidencia por 271 votos electorales, sólo uno más del número requerido legalmente.
Retomando la imperecedera búsqueda de la “cuadratura del círculo”, el decisivo avance del candidato Donald Trump le ha complicado la vida al partido en que se inscribió hace algún tiempo, el Republicano. Este año han caido estrepitosamente en las urnas, ante el polémico empresario, gobernadores, senadores, hombres públicos con fama nacional, una notable financiera, un famoso neurocirujano y hasta el hijo de un presidente y hermano de otro ocupante de la Casa Blanca.
Donald Trump había sido subestimado. Se pensaba que un empresario famoso, estrella de programas de televisión, podía competir, pero jamás quedar abrumadoramente en primer lugar en la mayoría de las elecciones primarias. Su fama de orador excéntrico y con palabras fuertes, parecía garantizar su fracaso. No sería así.
Pero en Estados Unidos, y en otros países, los políticos profesionales han perdido prestigio y alguien que desafíe el “establecimiento” político puede tener ventajas. Con gran talento y desafiando el sistema, Trump está destinado, ya inevitablemente, a ser el candidato con el mayor número de delegados elegidos para la Convención Nacional Republicana. Sólo se discute si la suya será una mayoría absoluta. El único que se le acerca en número de delegados es Ted Cruz, senador por Texas, hijo de un predicador protestante cubano.
Así las cosas, se produce el regreso a la vieja búsqueda. Se realizan extrañas coaliciones para impedir su nominación. Un excandidato presidencial llegó a recomendar a sus correligionarios que votaran por un aspirante en un estado y por otro en un estado diferente, sólo para impedir la victoria de Trump en esas jurisdicciones. Ya no es elegir a alguien sino impedir la victoria de un candidato. Los que habían manifestado su rechazo total y absoluto al candidato Cruz, un conservador muy estricto, ahora piden votos para el. Algunos que habían prácticamente insultado al senador por Texas, atribuyéndole todos los males imaginables y hasta escogiendo palabras poco utilizadas del diccionario, forman nuevas coaliciones. Hasta se habla de modificar los reglamentos del partido en cuanto a las convenciones nacionales para designar candidatos. Si es necesario, afirman, es necesario escoger a un candidato de “transacción” o de “unidad” (???) aunque no haya recibido un solo voto en las primarias….
Es ahora que se dan cuenta de que Trump escogió el tema antiinmigratorio, por ellos utilizado también, aunque con lenguaje más comedido, para crearse una imagen conservadora que no corresponde con su pasado político y sus contribuciones gigantescas a campañas de liberales y conservadores.
El problema radica en que el candidato Trump pide edificar una muralla para impedir la inmigración mexicana y de otros países, algo que en la práctica casi todos sus rivales proponían al negarse a una reforma de inmigración que favoreciera a los indocumentados. Después de utilizar sutilmente cuanta expresión racista disimulada existe para referirse a Barack Obama y de obstaculizar congresionalmente, con mayor o menor razón, su gestión de gobierno, que no ha sido perfecta, se declaran enemigos de la xenofobia, el racismo, y del exceso de restricciones inmigratorias. Algo nada nuevo porque ha sido utilizado en su momento por ambos partidos. Se requiere acudir a la historia y no a los titulares de los periódicos o los comentarios interesados.
Y todo eso debe matizarse porque tanto demócratas como republicanos, en algún momento y de alguna forma, han intentado buscar esa simbólica “cuadratura del círculo” para impedir legislación o llegar al poder. Ni las hermanitas de la Caridad ni los cuáqueros pacifistas aparecen en las boletas o aspiran al poder.
Cerrarle el paso a Trump, si consigue la cantidad necesaria o aproximada de delegados, dividirá al Partido Republicano y provocaría quizás manifestaciones que pudieran alcanzar altos niveles de violencia. Algunos republicanos sensatos preferirían perder las elecciones con Trump, lo cual lo sacaría del ambiente político, antes que impedirle la candidatura por medios incorrectos o cuestionables.
Al rechazar a su candidato con mayor apoyo pudieran ayudar a elegir a la exsecretaria de Estado Hillary Clinton como presidenta. Lo cual es lo más probable en el calendario político del 2016. Algunos lo harían favoreciendo la postulación de Trump y otros tratando de impedirla. Todo eso es lamentable. Como lo sería dividir al Partido Republicano o al Demócrata, precipitando al país en el caos. Lo ideal sería tener varios partidos, pero aquí existen normas difíciles de cambiar. Es por eso que en las calles se acepten sin discutir los letreros de “Pare” o “Stop” aunque el chófer no tenga que enfrentar ningún obstáculo en el tráfico.
Es triste el panorama, pero algunos, cansados de las contiendas electorales y los discursos políticos, pudieran parafrasear “La Musa del Arroyo” de Emilio Carrere:
“Y un espíritu burlón
que entre las sombras había,
al escuchar mi canción
se reía, se reía…”