La Ministra de Salud Pública declaró de manera enfática que el gobierno no dispone de recursos para aumentar el salario a los médicos del sector público.  Sin dudas, por más que pueda responder a la realidad de un presupuesto ya previamente aprobado y sobresaturado,  con una franja deficitaria cubierta por vía de endeudamiento público y sin aparente margen para soportar nuevas erogaciones no previstas y menos de esa magnitud, una declaración tan poco diplomática y tajantemente impolítica, no ha sido la mejor receta para  aquietar el desbordado ánimo levantisco del presidente del Colegio Médico.  Para este tiene que haber sido como darle con la puerta en el rostro.

Su reacción no se hizo esperar al decidir resubir la parada y profundizar el conflicto anunciando una nueva huelga, esta vez ampliada a quince días.  Como si en ello pretendiera justificarla,  le enrostra a la doctora Altagracia Marcelino el hecho de que en su pasado gremialista figura el más que  dudoso mérito de haber encabezado la huelga más extensa que registra el tan accidentado historial médico de la institución.   Es como si se tratase de un reto personal para tratar de superar tan cuestionable marca, en un empeño a todas luces irracional, insensato e ilegal.

Ya en ocasión anterior  le había removido a la funcionaria, hoy colocada en la otra acera, las entretelas  del recuerdo de su ya bastante remoto expediente sindicalista cuando apoyaba las demandas contra el gobierno de turno, de la entonces Asociación Médica que presidía, apelando a los mismos mecanismos de presión que enfrenta al presente y que, carentes de ideas innovadoras para buscar vías alternativas de presión menos traumáticas para los pacientes,  se han mantenido sin cambios a lo largo del tiempo.

El resultado, entonces y ahora, sigue siendo invariablemente el mismo: los pobres pacientes más pobres del país son los que pagan las consecuencias de la huelga donde el reclamo fundamental es el aumento salarial en tanto el resto del pliego de demandas  y un inviable cinco por ciento del Producto Interno Bruto para el sector salud, sirven como simple mascarilla de adorno. En la agenda de lucha sigue figurando ausente la fidelidad al  Juramento Hipocrático,  convertido en tema de exclusión en la estrategia bélica del Colegio, cuando también, años atrás, en medio de otra huelga, su presidente de entonces,  a la un tanto ingenua apelación a respetarlo que le hizo un reportero, le argumentó que con el pliego ético del mítico galeno  no se podía comprar en el supermercado.

No deja de resultar paradójicamente risible que el presidente del gremio médico, cuya imagen institucional aparece en estos momentos bastante averiada, reclame de las autoridades el cumplimiento de la Constitución y la ley…cuando se encuentra en franca violación de la misma.  Son precisamente la Carta Magna y el Código de Trabajo los que prohíben de manera expresa y categórica las huelgas en el sector salud y en esto no hacen excepciones.

Es posible, tal como ocurre en muchos otros casos, que haya leído ambos textos con un ojo abierto y otro cerrado.  El primero para el que establece sus derechos –que ya aquí como norma nadie pide ni solicita sino exige- y el segundo,  para no darse por enterado del capítulo que corresponde a los deberes,  que nadie también, incluyendo autoridades,  pone demasiado interés en conocer y menos en cumplir.

Conste que no estamos opuestos a que el Colegio Médico trabaje por la mejoría de las condiciones salariales de sus afiliados, incluyendo ese ochenta y tanto por ciento que en la pasada convocatoria no pudo pasar el mínimo del examen para el Internado.  Lo cierto es que   los médicos reciben unos emolumentos demasiado bajos por lo que es justo que de alguna forma se les propicie una mejoría, utilizando el mismo patrón progresivo que tan buenos resultados ha sido aplicado en el caso de los maestros.  Procedente y para el mismo gobierno, sobre todo prudente cerrar este escenario de confrontación tomando en cuenta que está ya a menos de dos meses de buscar su continuidad en las urnas,  reabriendo el diálogo  con una propuesta alternativa de aumento salarial, “buscándole la vuelta” dentro de sus actuales agobios presupuestarios.

Pero lo que no tiene justificación como no la tuvo antes, es privar de las sagradas atenciones de salud a la clase más menesterosa y necesitada, carente de recursos mínimos para acudir al sector privado, utilizada como rehén y moneda de cambio de sus reclamos, por válidos que estos puedan ser.  Eso, como quiera que se mire, carece de toda justificación como también del más mínimo sentido humanitario.  Y si este no se encuentra presente en la agenda del médico, como asignatura obligada, entonces ¿dónde más la podremos encontrar?