Hoy en día vivimos en un mundo dominado por la preocupación de las calorías, las dietas y las grasas. Por eso, los gimnasios, las tiendas de productos naturales y los nutricionistas, florecen como hongos en un noche húmeda y calurosa de otoño. El mundo, ahora, es más pesado que hace unas décadas porque en demasiados países, desarrollados, medio desarrollados o nada desarrollados, sus habitantes están engordando más de lo que los médicos creen conveniente para mantener un cuerpo saludable ¿La culpa de esto? Desde luego la principal es del que come en exceso, o come lo que no se debe, por dañino, ya sea de manera consciente por saberlo, o inconsciente por ignorancia.
Pero también mucha de esa culpa es del Marketing, cuya función básica es buscar hasta los últimos resquicios en las conductas de las personas para que consuman más y así obtener mayores beneficios para las empresas. Esto lo tienen muy claro los gringos que son especialistas en eso de convertir o reconvertir algo, en algo más, en mucho más o en excesivamente más. En el área de alimentos, ayudados por las nuevas tecnologías que han revolucionado todo lo organoléptico, es decir, todo lo relacionado con los sentidos, no paran de inventar de cómo hacerlos más apetitosos aún a costa de la salud de quienes los ingieren.
Hay numerosos ejemplos de ello. Comencemos por los llamados Donuts o Donas (¡deliciosos!), no se conformaron con hacerlos simplemente de engordadora masa de harina, sino que después les pusieron una capa de azucarada por arriba, a continuación los rociaron por encima diez mil pendejaditas dulces de colores, inflándolos de calorías, y por si todo esto fuera poco, les añaden unos olores artificiales que hacen la bocas agua de los compradores.
Otro ejemplo, las pizzas. Las pizzas originales, las italianas, tenían muy poco que ver con las que se consumen en la actualidad, eran mucho más sobrias en su contenido, predominando el tomate, la albahaca, y otros productos naturales de la dieta mediterránea. Pero en los Estados Unidos, como en nuestro país que lo copiamos casi todo como los monos, o en otros muchos sitios que hacen el primate de igual manera, las pizzas las han “marketinizado” y por ende las han plagado de mil féferes comestibles y apetecibles por arriba, peperonis, salchichas, carnes diversas, “beicon”, anchoas, maíz, aceitunas, han rellenado los bordes, adelgazado o engrosado sus masas, y por si fuera poco, les añaden los bred stick o palitos de pan y sus salsas correspondientes para mojar… haciéndolas mucho más sabrosas, pero también menos sanas, convirtiéndolas en bombas de calorías y triglicéridos. A este paso pronto llevarán también suelas de zapatos, foam, o pedazos de gomas de carros que la ingeniería tecnológica se encargará de hacerlas comestibles.
A los hot dog les sucede lo mismo, las salchichas las rellenan de todo tipo de salsas, mostaza, “cátchup”, mayonesa, y de milagro no les ponen aceite carro para lubricar aún más su contenido. A las hamburguesas, las riquísimas hamburguesas, las han acusado de problemas muy serios por sus contenidos de grasas, culpándolas del aumento de peso experimentado entre la población infantil de algunos países europeos. Más ejemplos. Si usted va a un supermercado norteamericano a comprar galletas sencillas del tipo “María”, lo más probable -nos ha sucedido- es que solo encuentre galletas dobles rellenas de crema, chocolate, o cualquier otra sustancia que contenga más valor calórico. Si usted va a Miami, Nueva York, o cualquier otra ciudad de los EEUU, en las comidas siempre le servirán colas y bebidas carbonatadas con alto contenido de azúcar, el agua parece que solo se dan a los peces… ¡por ahora!.
Por eso pasa lo que pasa, que los individuos gordos, muy gordos, y supergordos, se están multiplicando más que los conejos, y con ello los problemas de salud, el corazón, la diabetes, los riñones, y un paquete más de enfermedades derivadas de una excesiva y mala alimentación. En el país ya referido, los EEUU, la gordura está alcanzando niveles de epidemia nacional, sumamente preocupantes por los casos de enfermedad, invalidez, e incluso fallecimiento, además de los gastos multimillonarios que deben destinarse en sanidad. Procuremos que en este pedazo de isla no suceda lo mismo. Sería bueno que nuestros gobiernos se preocuparan más de la salud y control en el área de los alimentos, y le dedicaran tantos esfuerzos como lo hacen con la recaudación de impuestos. Mejor nos irá. ¡Mucho mejor!