A veces por la mañana, la ducha emite un sonido de trompeta tenue y uno no puede descifrar si es un canto de burla o una melodía arrulladora al compás de las burbujas. Hay días que es mejor quedarse dormido, porque sabes que ese día no va a terminar, aunque llegue la noche y amanezca de nuevo, te quedas con el mismo día anterior enganchado de la espada, con sus papelitos recordatorios, con las llamadas consecutivas y las miles de agendas electrónicas gritando en silencio.

Las responsabilidades se agrupan en la mente, los dilemas rondan las esquinas y el baño matutino pasa a ser un infierno hirviente. Inicias el trabajo bajo la ducha, para ello, especialmente útiles los teléfonos a prueba de agua… Viéndolo desde otro punto de vista, estas mañanas preñadas, son la patada perfecta para salir corriendo al mundo, sacudir la angustia y dar inicio a la magia y la satisfacción de la palabra ejecución, de terminarlo todo, por lo menos tratar, cumplir con las metas trazadas, pedir perdón cuando sea necesario, pero hacer honor a la palabra.

Gracias estrés, gracias canción de trompeta en la ducha, gracias a las células que se unieron en el vientre de mi madre, las me hicieron mujer y Denisse, gracias vida, por obligarme beberte.

Si quiero Huir

Muerdo mis uñas:

Recuerdo obligaciones de mañana

Si quiero odiar, miro mis garras en el agua

Recuerdo de la palabra el poder cabalístico

EL poder del deseo y la intención

SI quiero dudar, sostengo en el aire mis músculos

elásticos:

Escucho al mundo exento de mi cuerpo

Si quiero llorar, bostezo. Tiempo y mundo acortan

la órbita de mi ojo

Si quiero llorar prendo lámparas

Si me siento en una gruta no hay enemigos ni presas

Si me siento en una gruta, espero el alba

No hay escape ante tanto secreto embellecido

Llevo estupor y asombro para el otro

Llevo apetito y muerte

Entre mis fauces, la lengua para lamer mis hijos

Y los dientes afilados para el perdón

No hay escape en este ahora de agua caliente en la nariz

y furia de niños

No hay escape en este lugar sin puertas ni caminos

Alrededor de mí, la luz, el circulo infinito.

Ángela Hernández