Se ha disparado en las redes sociales una campaña en contra del embajador de los Estados Unidos James (Wally) Brewster haciendo un llamado al pueblo dominicano a firmar una petición a todas luces xenófoba y segregacionista.

La solicitud reza ´´Favor firmar esta petición para que se retire al embajador de USA por promover una agenda LGBT que no está de acuerdo a nuestros valores´´.

Ahora me pregunto, ¿de qué valores estamos hablando? ¿Con qué moral solicitamos la cancelación de un diplomático que está abogando porque se respeten los derechos de personas que por su preferencia sexual (que no debería importarle a nadie) son maltratados, humillados y descalificados en su propio país?

Sigo con la misma pregunta, ¿De qué valores estamos hablando? La homosexualidad es una preferencia, no una enfermedad.

Y todos esos pedófilos escondidos tras sus sotanas, ¿Forman parte de nuestros valores? ¿Dónde está la petición que había que firmar por Wesolowski? que por cierto,  lo encubrieron dentro de la misma Iglesia.

¿Es que no es suficientemente grave la corrupción compante de nuestros gobernantes para andar rasgándose las vestiduras por asuntos tan nimios como este? ¿Forman parte de nuestros valores los políticos que la practican lucrándose con nuestro dinero? ¿ Alguien hace peticiones para destituirlos?, ¿Forman parte de nuestros valores la cantidad de feminicidios víctimas del machismo y la violencia?… No entiendo entonces de qué valores estamos hablando.

En la televisión dominicana se exhiben a cualquier hora espectáculos deplorables con presentadoras que solo pueden hacer ostensible su trasero, porque cerebro no tienen y nos  tenemos que tragar espacios en los que continuamente se deshonra la imagen de la mujer clasificándola como objeto de exhibición y deseo; para no hablar de programas, supuestamente infantiles en los que aparecen niñas bailando con movimientos absolutamente inapropiados para su edad. Pero nadie hace una petición para limpiar la programación televisiva.

Me cuesta trabajo digerir de algunos que dicen llamarse comunicadores aseguren que nuestros niños al ver la imagen del embajador, asuman que para ser diplomático hay que ser homosexual. Por Dios.

De ser así deberíamos preocuparnos porque esos mismos niños podrían decir que para ser sacerdote hay que abusar de menores, que para ser político hay que ser corrupto, que para ser funcionario no hace falta ir a la universidad sino servirle de “tumba polvo” a uno con menos preparación académica aún de la que tienen; que para ser fiscal hay que ser manipulador; que para ser presidente hay que ser deshonesto… y un largo y desalentador etcétera.

Lo que me tranquiliza es que, al menos  otro sector abre también peticiones para aquellos que no quieren condenar al embajador por sus preferencias personales, pero que no dudaría en hacerlo si lo cuestionable fuera su labor diplomática. Ventajas de la democracia.

Si tuvieran que operar de urgencia a mi madre quisiera que el cirujano fuera un buen profesional; qué me importaría si es vegetariano, negro u homosexual, pongamos por caso. Si alguna vez necesitara un abogado (líbreme Dios) pretendería que fuera un buen profesional sin importarme para nada con quien haya decidido compartir su vida o lo que haga o deje de hacer en su aposento.

Con estas cosas seguimos dando una imagen penosa a nivel internacional. A nadie le extrañará la recurrencia en nuestro país en los casos de violación de derechos humanos o de corrupción, que en vez de la excepción, terminarán siendo la norma,  y no tendremos más remedio que cargar todos con el estigma.

En fin, al menos que se sepa, aquí estas condenas retrógradas no son generalizadas. También hay gente tolerante y sensata que lo que rechaza es la intransigencia mojigata de quienes  secundan y alimentan la doble moral.