Resistir, resistir y resistir. Leí por ahí que: “Cambiar el mundo no es locura ni utopía, es justicia”, con lo mal que andamos, sabemos la certeza de esta afirmación.

Preguntas reiteradas:

¿Cómo hacer valer mis derechos?

¿Cómo estar en la historia y ser historia?

¿Cómo ser la vida, el presente y el futuro unidos en las luchas, la vindicación y la reivindicación?

¿Cómo dejar de reconocer los grandes esfuerzos por la supervivencia y la trascendencia de la humanidad a los que día a día se enfrentan las mujeres?

¿Cómo negar ese rol fundamental de las mujeres en el mundo?

¿Cómo permitir que lo disminuyan y lo escondan?

¿Cómo hacer para vivir sin miedo y que lo malo se nos vuelva bueno?

Cuando el peso de la falta de institucionalidad y la lucha descarnada a favor de intereses mercuriales e individuales te abruma, y te llega esa sensación de que todo está perdido y no hay nada que hacer. En ese momento cruel de la existencia, en que puedes dejarte hundir por la desazón y la sensación de que los “malos” son tantos y están en tantos espacios que es imposible vencerles. Justo en ese momento llega la fuerza, la rabia, el amor y la resistencia.

La esperanza es, que pronto, muy pronto, dejemos de escribir este cuento de vencidas y vencedores. La historia tendrá que escribirse de otra forma, y dará a las mujeres y sus luchas un lugar de preeminencia. La escribiremos con otras miradas, esas que están permitiendo romper el silencio, y dejar de ser relegadas, invisibilizadas, violentadas, discriminadas y abusadas. No permitiremos que nos amilanen.

Construiremos nuevas narraciones: Erase una vez, que el mundo entendió la vida y las mujeres no tendremos que pelear por el reconocimiento de nuestra dimensión de personas, de nuestro trabajo y de nuestra trayectoria.

No aspiro a “final feliz” tipo cuento de hadas, hablo de asuntos posibles y realizables. Respeto, solidaridad, empatía, valoración individual y colectiva. Comunidad política aglutinada para vencer los miedos y construir seguridad, transparencia, debido proceso, institucionalidad, profesionalidad.

Llegará el día en que ya no seremos asesinadas por parejas o ex parejas; y no tendremos que resistir agresiones en espacios públicos violando las reglas de juego pre establecidas; las personas dejaran de actuar sobre la base de componendas y caliesaje; de manipulación, egolatrías y corrupción.

Y no tendremos que tener un 8 de marzo para recordarle al mundo que las mujeres siguen siendo las peor pagadas; las más acosadas en todos los ámbitos; las asesinadas por ser mujeres; las golpeadas porque alguien considera que somos de su propiedad; las que más sufrimos violaciones sexuales a cualquier edad y en muchísimas ocasiones por hombres muy cercanos (como padres, padrastros, hermanos, tíos…) No habrá un día de la mujer, porque ya no seremos las que se les sigue restringiendo su derecho a decidir, a las que se le ponen miles de trabas para que no logren ganar elecciones; y toda la lista de discriminaciones específicas que recibimos las mujeres.

Vendrá ese “día envuelto en la esperanza” en que las personas habremos entendido que la razón de la existencia no puede seguir siendo lo deleznable, despreciable, ruin, abyecto, infame, indigno, rastrero, innoble, detestable, repugnante, repulsivo y aborrecible.

Hoy mi “vocación” es la “rabia” … Llegó y pasó otro 8 de marzo, y el alma esta transida…