El 9 de mayo de 1950, el ministro francés de Asuntos Exteriores, Robert Schuman, expuso su idea de una nueva forma de cooperación política entre los países de Europa, lo que se ha considerado como la génesis de lo que hoy es la Unión Europea. En ese momento la República Popular China (RPCh) tenía 7 meses de proclamada. China, civilización antigua, había sido hasta principios del siglo XIX el país más rico del mundo, para 1820 su PIB era casi el 30% del PIB global.

Su decadencia y rezago con respecto al mundo se produce por las inapropiadas políticas de la última dinastía china, la Qing y por su negativa a insertarse en los cambios que aconsejaba la Revolución Industrial. Europa a diferencia de China, sí aprovechó los cambios por lo que su economía logró un significativo despegue en esos años. China bajaba, Europa subía.

Como RPCh y como Unión Europea, sus historias comienzan casi a la par, con algunas similitudes y diferencias que trazaron pautas. Los dos experimentos partieron desde la destrucción que significó la Segunda Guerra Mundial para Europa y las guerras fratricidas entre nacionalistas y comunistas en China. Pero mientras a la RPCh se le cerraban las puertas del mundo, Europa recibía el apoyo económico y financiero para su reconstrucción. Mientras Europa crecía y se desarrollaba, además de que se ampliaba la Comunidad Económica, la RPCh se revolcaba en el fango de las improvisaciones y las políticas erradas de su máximo líder Mao Tse-tung. En los 20 años transcurridos entre 1950 y 1970, Europa crecía, la RPCh se hundía más. Cuando comienza la transformación en diciembre de 1978, la RPCh tenía un per cápita de 217 dólares, sólo el 2.3% del PIB planetario, mientras que de los 7 países más industrializados del mundo, 4 pertenecían a Europa, la distancia entre estas economías era abismal.

No obstante, hoy cuando han pasado 66 años de una Unión Europea (en decadencia en muchos aspectos) que comenzó con 6 países y ahora tiene 27, y casi 67 años de la proclamación de la RPCh, el panorama ha cambiado significativamente. Europa unida sigue siendo la primera economía del mundo, aunque de manera individual, ningún país europeo iguala a China. Hoy China está en primer lugar en Producto Interno Bruto (PIB) a valores de paridad de poder adquisitivo (PPA), mientras que las potencias tradicionales de Europa Occidental, los industrializados, del “Primer Mundo”, de G-7, están en quinto Alemania, en octavo Francia, en décimo Reino Unido y en décimo segundo Italia.

Mientras China tiene una Deuda Externa, de sólo un 4.11% de su PIB, la del Reino Unido es el 406%, la de Francia 182%, la de Alemania 142% y la de Italia 108%. (La de la República Dominicana con menos del 40% es manejable).

De acuerdo al informe titulado “Perspectivas de la Economía Mundial” del Fondo Monetario Internacional (FMI), dado a conocer de manera simultánea el 19 de enero de este 2016 en Londres y Washington, se proyecta un crecimiento de la economía mundial de un 3.4%, mientras para la de China un 6.3%, casi el doble, (aunque creció un 6,7 % entre enero y marzo, superando la proyección) y las del Reino Unido 2.2%, Alemania 1.7%, Francia e Italia 1.3%.

Está claro que desde el punto de vista económico, la RPCh supera con creces a esos países de Europa que en 1950 comenzaron su idea de Unión Europea y que están celebrando o conmemorando sus 66 años.

En lo político, geopolítico, influencia global, lo que ha sucedido es más o menos similar a lo que hemos observado en lo económico. Mientras en 1950, Reino Unido y Francia eran dos de los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, la RPCh ni siquiera era miembro de esa Organización Mundial, es más, estaba fuera de la “Comunidad Internacional” organizada, hoy, China no sólo es uno de los 5 miembros permanentes, sino que tiene una influencia y presencia global sin precedentes.

En estos 66 años, Europa ha crecido en lo económico e influencia global, hasta lograr su clímax y aunque seguirá siendo importante, tendrá que aceptar y acostumbrarse a una China que le ha superado en algunos aspectos y que es una realidad insoslayable, que no se puede ignorar, más bien se debe tomar como aliada en la construcción de un mundo donde la paz, la armonía, la tolerancia y la pluralidad sean sus bases fundamentales.

Felicidades a Europa en su día, representada en la República Dominicana por su excelencia, Embajador Alberto Navarro. Reitero mi recomendación de que fortalezca su diálogo con China, definan una agenda y trabajen juntos. De hacerlo o no, el mundo conocerá sus consecuencias, para bien o para mal. Yo aspiro que para bien.