Hace 54 años un día como hoy, 5 de diciembre nace en Santo Domingo un ser fruto de la unión de dos almas llenas de vida e ilusiones, William Vargas Pichardo y Ana Daisy García Gutiérrez. En ese momento sus vidas tenían en común muchas ilusiones, luchas contra el autoritarismo político y social y contra muchas barreras culturales, religiosas y patriarcales.
A esa alma, una niña, decidieron darle un nombre extraño para esta sociedad, le pusieron el nombre de Gladys Tahira. Con el nombre de Tahira recordaban en ese momento a una mujer que en Irán desde la religión Bahai’ y sus poesías lucho contra la desigualdad de género presente con mucha fuerza y fue decapitada.
Ese símbolo de cambio, ruptura con el miedo, y las grandes barreras dispuestas para miles de mujeres en el mundo por religiones, culturas, creencias y practicas sociales ha estado presente en la vida de esa niña que cumple hoy 54 años de ser ella misma.
Los nombres no se ponen por casualidad, llevan en su interior la carga energética que la historia depone en ellos, asi el nombre de Tahira impregno en esa alma el cambio como fuerza esencial.
En sus 54 años de vida, la mujer que lleva este nombre, heredo de William y Ana Daisy el coraje y la fuerza para establecer la autenticidad como un lema de vida. Su nombre, ha estado marcando su vida. Una vida en la que ha sido canal para que lleguen a este mundo tres almas hermosas , un hombre y tres mujeres, y dos nietas llenas de una gran sabiduría que trasciende su cuerpo físico.
Escribir hoy sobre mi, es un cambio en mi estilo como articulista. Siempre escribo sobre lo que investigo, mis reflexiones sobre la realidad social y cultural que voy descubriendo y sintiendo en cada rostro y cada lugar. A veces trato de promover practicas y pautas que encuentro en los caminos de vida que son invisibles para muchos ojos y que se encuentran en la cotidianidad.
Hoy reconozco que he vivido muchos caminos, y todos han sido de mucho aprendizaje para mi. Aprender a desaprender, a darme cuenta de que lo invisible es lo que sostiene lo visible, y que en cada rostro hay muchas luces que pueden iluminarme e iluminar los caminos de nuestra sociedad. Darme cuenta de que la realidad no es blanca ni negra, que en cada rostro de pobreza hay muchas veces alegría de vivir y una gran fuerza para emprender nuevos caminos, asi como ver la violencia y la paz que se construyen en los mismos espacios desde la solidaridad , la música, la poesía y el baile.
Hoy estoy clara de que las dos disciplinas que escogí como vehículo para transitar por la vida, la música y la antropología, son dos grandes fuentes de amor y sabiduría que me han ayudado a comprender y comprenderme y que se unen en cada momento. Al nacer en un país musical, lleno de música y de vibraciones sonoras en su entorno natural y social, donde el ritmo mueve los cuerpos y los gestos, aprendo a fluir en esas vibraciones.
A su vez también comprendo hoy que asi como el cambio esta nombrado en mi vida desde mi llegada a este plano independientemente de que mis padres hicieran conciencia de la trascendencia de ello, igualmente el cambio está nombrado y se forja en nuestra cotidianidad de múltiples formas aun cuando parezca invisible.
Sigo mi camino, como mujer reconozco que las barreras culturales son para nosotras un gran reto, romper con la desigualdad, la imposición de normas y pautas que nos ponen techos para nuestro crecimiento y para nuestros cuerpos. Tambien reconozco que estas barreras y techos cada dia se desestructuran de formas inesperadas porque muchas niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres están cambiando ese techo y muchos niños y jóvenes también aportan en ese sentido en nuestro país.