A mi madre CELESTE y mi esposa MAGNOLIA y a mi hija VALERIE.
Este sería un simple número, una coincidencia, quizás la obra de un proveedor de sueños que podría, dentro de la nebulosa de la miseria y la prestidigitación, intentar darnos una vía rápida para sacarnos un palé o una tripleta.
Sin embargo, se trata de un número escalofriante y espantoso, un número que cada día crece sin que nadie en la República Dominicana haga absolutamente nada para evitarlo, para reducirlo o eliminarlo de una vez y por todas. Se trata del número de mujeres asesinadas por sus esposos o parejas consensuales en los últimos cinco (5) años, hasta el día 23 de noviembre del 2021.
Esta atroz cifra, lleva acompañada la triste estadística de los hijos huérfanos de ambos padres que lleva esta sin razón, madres, padres, hermanos y familiares, estupefactos por la fatalidad, por la certidumbre de lo imposible. Es esta ilogicidad entre la pasión, el amor, y el odio que provoca la más fatal de las decisiones, la muerte de lo supuestamente amado, pero que entendemos nuestro con una exclusividad asesina.
Las autoridades dominicanas, todas, absolutamente todas, las actuales y las anteriores, tienen un discurso de cara a la opinión pública, y se escandalizan junto a la sociedad, hacen operativos, y se rasgan las vestiduras, pero en la realidad, en lo práctico, no hacen absolutamente nada para evitar este desangramiento sin sentido, atroz y vergonzoso.
Yo, que soy hijo mayor de madre divorciada, sé por experiencia propia, que, mientras más independiente es una mujer, mientras más asume su compromiso de producir y progresar para beneficio de ella, su familia y la sociedad, es más estigmatizada por las propias mujeres y por los hombres, es objeto de discriminación y ataques sin fundamento ni justificación alguna. Nuestra sociedad aun no soporta la autosuficiencia de la mujer, ni el desarrollo de sus posibilidades frente a la sociedad.
Los hombres lamentablemente, las queremos sumisas, calladas, doblegables y asustadizas. Una mujer independiente y fuerte nos atemoriza, cuando debería ser lo contrario.
De cara a la realidad, a lo que pasa diariamente en toda la sociedad dominicana, donde el pan nuestro de cada día, es el esfuerzo de la mujer por superarse, el hombre, tratará de imponerse a golpe de brutalidad, temor y fuerza.
Baste observar que las universidades y academias, tienen un 70% por ciento de mujeres por encima de los hombres estudiando, y que, con el tiempo, las mujeres técnicas o profesionales, superarán con creces al número de hombres con similares estudios, lo que sigue será el acabose, si no se cambia la mentalidad de los hombres.
Una mujer preparada en nuestra sociedad, es vista como una amenaza, una mujer que produce, peor todavía, porque ello implica independencia, implica empoderamiento y toma de decisiones propias.
El gobierno actual, en su papel de vedette, se ha dado a la tarea de dar pan y circo, de regalar comidas y tarjetas, teleras y ron, sin darse cuenta, de que, parte de esos dineros, debe utilizarlos para crear un sistema efectivo de protección a las mujeres abusadas física y psicológicamente, así como a sus hijos. Que la única solución para ellas, no sea volver con su verdugo, porque, no tienen quien les de cobijo, casa y comida a sus hijos, y deban volver con su futuro asesino.
Casas de acogida funcionales en cada barrio, personal de acompañamiento e intervención asociado al 911, personal psicológico de apoyo; acompañamiento al agresor, quien debe ser considerado como una persona enferma; apoyo económico efectivo y real para las víctimas y su entorno;
Las anteriores, pueden ser las primeras medidas que den lugar al cambio de mentalidad para abordar esta tragedia diaria y continua, además no registrada adecuadamente, ya que, según nuestro criterio, más del 50% de las agresiones se quedan en los aposentos de nuestros barrios o de nuestras urbanizaciones y ensanches.
Ojala que no muera una sola mujer más.