En el día de ayer, asistí a un acto al que me convocaron el pasado jueves por teléfono para celebrar el 40 aniversario de la fundación del taller literario César Vallejo. Allí comprobé que algunos de los más destacados miembros del taller no habían sido invitados. Expresé mi preocupación y señalé que si bien, esta era una buena iniciativa, había recibido la propuesta del poeta León Félix Batista para que creáramos un comité lo más amplio posible para destacar durante todo el año, el significativo hecho.
Sin dejar de valorar la iniciativa del pasado domingo, considero que los actos que se realicen por este importante acontecimiento deben contar con la invitación, a quienes de una u otra forma contribuyeron a que la UASD facilitara un aporte a nuestra literatura contemporánea.
Recordé que a solicitud nuestra, fui recibido por el Dr. Antonio Rosario, rector de nuestra universidad y que después de cuestionar el hecho de que a jóvenes escritores se le dieran becas, me llamó unas semanas después para oficializar a través del Consejo Universitario que por primera vez en nuestra historia, una institución reconociera a jóvenes autores, exonerándolos totalmente de gastos académicos y dándoles una asignación mensual que les permitiera no solo comprar algunos libros, sino solventar algunos gastos imprescindibles para un estudiante.
Me comprometí en ese momento a dirigir personalmente el taller hasta que se dieron las condiciones para elegir su propia directiva. Los directores que me sucedieron en lo inmediato fueron: Juan Bryjan y José Mármol, cito de él, de su ensayo, “¿Puede jubilarse un poeta?”, lo siguiente:
En 1979, él convenció a las autoridades universitarias sobre la necesidad y posibilidad de conformar un nuevo grupo cultural: El taller Literario César Vallejo. A todas luces sería algo diferente a la sección de literatura del Movimiento Cultural Universitario. Yo asistí a aquel doloroso y a la vez festivo parto: el primer taller literario del país había nacido y con él la tarea de sembrar toda la media isla de talleres y círculos literarios. Recorrí el país por sus cuatro costados junto a él la tarea de sembrar toda la media isla de talleres y círculos literarios. Recorrí el país por sus cuatro costados junto a él y los más activos integrantes del César Vallejo. La efervescencia literaria juvenil no pudo ser mayor. Toda esa literatura bisoña de los talleres literarios forjó la base de lo cual se conoce nuestra literatura como generación del 80. Lo de haber creado ese espacio literario, bajo la influencia del apogeo de organismos similares en las revolucionarias sociedades de Cuba y Nicaragua, es nuestra primera gran deuda con Mateo Morrison. La segunda, haber abierto de par en par en favor de nuestros escritores juveniles y a contrapelo de sus criticones coetáneos, las páginas del suplemento cultural que cada semana veía la luz bajo su inteligente dirección, constituyendo la más esperada lectura de jóvenes y adultos, amantes de las letras. La tercera, quizás la más onerosa, haber tenido suficiente tino y tolerancia para recibir, sin menoscabo de la amistad, las críticas que nuestra emergente generación llevaba a cabo contra el trabajo intelectual y creativo de la generación a la que el mismo pertenecía. Nos enseñó a ser libres, a desarrollar un espíritu crítico y escrutador, y eso es lo que más habrá de importar por siempre.
Y así continuaron otras valiosas direcciones destacándose por las transformaciones que introdujo la de la primera y única mujer que ha dirigido el taller, la apreciada poeta Ylonka Nacidit Perdomo.
Las opiniones de José Mármol, de Omar Messón y otros miembros del taller sintetizan la verdadera historia del emblemático grupo literario que mantiene vivo la dirección del apreciado poeta Miguel Antonio Jiménez.
Felicitaciones a quienes con su dedicación y esfuerzo hicieron posible lo que había sido, en principio, una idea que se incubó en mi mente al visitar el taller de Solentiname en Nicaragua y al grupo literario hermanos Sainz de Cuba.
Lo importante es que, encontraron un terreno fértil que se ha ido extendiendo por cuatro décadas.