El próximo quinquenio nacional continuara arrojando déficit cultural para todos, a menos que se entienda que el derecho cultural y las reivindicaciones no se limiten a la producción y al consumo material. Es decir, si no se promueve la tolerancia hacia formas de pensar diferentes, relaciones sociales e implantación de valores que permitan la creatividad, es difícil que se construya la democracia que permita el avance intelectual más allá de pequeños grupos intelectuales de la rancia pequeño burguesía nacional.
Desde la creación del Ministerio de Cultura, solo hemos tenido déficits cultural, moral y de políticas democráticas incluyentes. La exclusión es la bandera; y todo lo que no esté de acuerdo con grupos representados por Tony Raful y José Rafael Lantigua, cae dentro de un estado autoritario cuando no populista y/o neoliberal, según les venga en ganas a esas cuadrillas de comensales.
Se habla de la Feria Internacional del Libro como un hecho cultural. En realidad estamos ante un descomunal desafuero, artificio y chantaje. Un análisis moderadamente objetivo evidencia que las acciones allí implementadas se sujetan a un montón de contrataciones de gestores culturales en un esquema de privatización de dicha feria mediante la compra de servicios culturales; y que el otro aspecto es todo un apelo a la proliferación de imágenes de intelectuales y artistas consagrados que sirven a un plan de eventos efímeros solo dignos de páginas sociales o el periodiquito del MIC que sale cada tanto tiempo según sea el ánimo del señor Ministro.
En consecuencia, asistimos en cada edición de ese acontecimiento dicho "el mayor evento cultural nacional" como la suprema evidencia de la falta de garantías del derecho de todos a la cultura. Y ya sabemos que en ausencia del derecho en su lugar hay un privilegio de clase.
Se cae de la mata que en un Estado abusadoramente clasista y estafador (todos pagamos directa o indirectamente los impuestos que lo sostiene) caigamos en la cuenta de que cualquier acceso a la vida digna se traduce en privilegio de pocos. De ahí que el pueblo solo tiene acceso a la cultura como entretenimiento y no como reflexión y cultivo.
Las gestiones de los señores Raful y Lantigua no han sido capaces de garantizar derechos, crear nuevos derechos y mucho menos desmantelar privilegios, entre ellos las de pensiones patéticas.
Como me recordaba un ciudadano, que si en verdad estas figuras son de alto vuelo intelectual y se les tiene como auténticos enclaves de la cultural nacional y no hayan sido capaces de demostrar tales inteligencias, son por tanto menos que un aborto.
Lo que he visto y leído en todos estos años es una capacidad de chantaje propia de poetas que no merecen ese sustantivo y sí más bien un adjetivo cuando saludamos con un "¡Que tal, poeta!".
Y es que en esas gestiones al frente de Cultura no hay evidencias objetivas con las dimensiones antropológicas y sociológicas de la cultura. Gestiones que no responden a realidades sociales.
La cultura, incluso ese Ministerio de la Cultura (ya que está ahí y hay que fumárselo) debe convertirse en la piedra angular -por razones antropológicas obvias- , en coyuntura de programas vinculados con las demás parcelas de la fragua gubernamental.