Se trata de uno de esos periodos del año con gran carga emocional compartida por el colectivo social. Es tiempo de estar juntos, de buscar los que faltan y sufrir ausencias. Igualmente, es tiempo de esperanzas, de anhelos y sueños que aunque solo sea por unos días, parecen posibles. En el sistema penitenciario de cualquier país las navidades suelen ser periodos particularmente pesados. Implica una dinámica que incluye a reclusos, sus familias y en muchísimos casos a los que resultaron lastimados por los tropiezos de los primeros. En medio, están las autoridades responsables toreando reclamos que vienen de todas partes, haciendo lo posible, administrando una pequeña crisis tras la otra.
Elaborar sobre los presos quizás no tenga demasiado sentido, después de todo, al menos en parte, de eso se trata el cumplir condena. Sin embargo, mientras que con el preso uno siempre puede decir: "le toca por lo que hizo", con la familia no es así. Ellos no hicieron nada. Acompañan a sus presos movidos por amor y terminan viviendo una "cárcel" muy dura pues no cuentan con la relativa protección de los muros de una cárcel. Sufren las consecuencias emocionales que implica la separación del ser querido, la estigmatización social que arrastra el querer a uno que se supone malo y las complicaciones prácticas de sostener una familia forzosamente separada.
Por otro lado están las víctimas directas e indirectas de las faltas de los condenados. Para ellos tampoco es fácil. Los dolores están a flor de piel, las ausencias se sienten, las heridas se sufren y siempre queda abierta la cuestión de si la cárcel de los "responsables" será paga suficiente por todo lo que ellos sufren. El paso de los años no elimina los dolores. En todo caso se aprende a vivir con la pena, mas no se olvida.
Finalmente, las autoridades. Uno sabe que les toca lidiar con la crítica que define nuestras democracias. Se sabe incluso que algunas de estas son justas y otras no tanto. Pero habría que decir, desde mi limitación, que parece que pocos aprecian la dimensión, los desafíos y las restricciones que encierra la tarea penitenciaria vernácula.
Con todo respeto para cada uno de estos grupos me atrevo asegurar, sin pretender que esto sea consuelo para nadie, que los que están encerrados cargan con la conciencia del dolor provocado. La mayoría lo siente… Se pide perdón sin sentir que se merece, sin esperarlo, sin condiciones, sin más aspiración que la de hacer algún bien.
¿Feliz Navidad?…