Hacía muchos años que no recorría a pie el tramo Churchill/27 de Febrero con Churchill hasta la Kennedy. La amplia acera de la Churchill y el frío dominicano del 16 de diciembre del 2017, me hacían sentir que caminaba por una de las calles de Madrid. Me fascina caminar. Si no fuera por la escasez de aceras de nuestras calles dominicanas, el calor húmedo y sofocante, el humo de los carros y la falta de delicadeza que tienen nuestros choferes con los transeúntes, caminaría más.
Mientras caminaba, un hombre de paso ágil se me acercó, y sin mediar palabras me dijo: “Aquí voy yo a cobrar un dinero a un tipo al que hice un trabajo y que no me quiere pagar”. Hace un buen tiempo atrás, conversar con un extraño en las calles dominicanas era algo común, hoy nos da miedo tener ese tipo contacto. Asumí el riesgo de conversar con él, pues al fin y al cabo, de esto se trata la vida, de asumir riesgos en nuestra cotidianidad. Así que le pregunto, “¿cómo así?” “Es que estos ricos quieren jugar con uno porque es pobre. Hace dos semanas que terminé un trabajo, arreglé unos bancos en una iglesia, y el hombre no me quiere pagar. Él porque es español y rico no quiere pagarme. Pero yo sé dónde él vive, porque yo peleo por lo mío”. El hombre espigado de un poco más de treinta años me dijo varias cosas más, y se despidió diciéndome “él no me quiere coger el teléfono, pero yo sé dónde él está, y sé que está arreglando unos bancos en un cine, por aquí en la Churchill. Él va a ver si me va a pagar o no”. Su palabra y su caminar mostraban determinación.
Me dejó a medio camino. Los otros detalles que él me relató me hicieron pensar en mi querido país, y en el crecimiento económico que promovemos. Pues por un lado me encontré con un ebanista que entró en una relación laboral sin saber cuánto le iban a pagar al final de su trabajo. Esto pone al descubierto sus limitadas capacidades comunicacionales y de cómo agenciarse un contrato claramente definido. Esto puede hablar de la calidad de su educación formal recibida. Aunque quizá esta limitada capacidad de negociación esté estrechamente vinculada a las relaciones de inequidad existentes entre el contratado y el contratante.
Con la limitada información compartida por el hombre caminante, me surge la pregunta por el contratante. Evidentemente, no hablé con él, aunque su accionar ha tenido un impacto en esta confusión laboral. Sabemos que el código de trabajo dominicano permite la realización de un contrato de manera verbal. Ahora bien, pareciera que en este caso no existe claridad al respecto.
Este ebanista espigado y de caminar ágil se encuentra dentro de más del 50% de los trabajadores informales de República Dominicana que reciben un bajo salario, y donde se dan condiciones laborales desfavorables, tanto para el trabajador como para el empleador.
Los Estados deben de existir para posibilitar que las relaciones entre los ciudadanos se desarrollen en situaciones de equidad, en las que todos puedan salir beneficiados de acuerdo a los objetivos acordados. En el trabajo informal el Estado dominicano es inexistente pues no tiene ninguna relación de mediación. Partiendo de la idea de que el trabajo es un indicador fundamental para medir el desarrollo de un país, me pregunto: ¿cuáles son los retos que se plantea el propio Estado dominicano en un área donde es prácticamente inexistente? ¿en qué sentido puede concebirse como un Estado de derecho cuando no garantiza el derecho a un trabajo digno a más del 50% de la población trabajadora activa?
A pesar del crecimiento macroeconómico que exhibe la República Dominicana, nuestro país vive una gran paradoja de derechos. Por un lado la DGII ha excedido con exceso las recaudaciones fiscales en el 2017, pero por otro, y sólo tomando un indicador de desarrollo humano relacionado a la salud, han acaecido 179 muertes maternas (11 más que el 2016) y 2,835 muertes infantiles (270 más que el 2016). Es una muestra de que crecimiento económico y reducción de la pobreza no siempre caminan juntas de la mano.
En unas áreas, el Estado no existe, y en otras, para decirlo como aprendiz de PNL, incumple su cometido de manera medianamente aceptable. Si el Estado dominicano quiere entenderse como Estado de derecho deberá de preguntarse qué hacer ante las situaciones del ebanista con el cual caminé en la Churchill como también con los niños pobres que han muerto y con los que aún sobreviven en los hospitales en situaciones deprimentes. Por solo mencionar dos situaciones de preocupación nacional. A la vez, nosotros como ciudadanos tenemos que seguir aportando ideas y acciones para construir la República Dominicana que soñamos. Una colaboración colectiva activa es urgente.
Sencillamente espero que las personas como el ebanista hayan recibido de manera amigable el pago merecido por su trabajo, para que haya podido celebrar en familia su diciembre.