Huelga decir lo que significa el 25 de noviembre en la mente y corazón de muchos dominicanos y dominicanas. También está de más citar el sentido que ha adquirido la fecha al ser seleccionada por la Organización de las Naciones Unidas como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. 

Se habla de conmemoración, sin embargo esta palabra me genera ruidos puesto que se conmemora la memoria de un acontecimiento o de una persona que ha trascendido; se realizan actos de recordación alrededor de lo que significa un evento histórico, mientras que para la fecha a la que hago referencia, la eliminación de la violencia contra la mujer, primero que todo no es algo que haya ocurrido, las cifras de feminicidios y actos de violencia hacia las ellas siguen un agitado curso ascendente, por tanto no hay nada qué conmemorar, y en todo caso hablaríamos de un ideal posible por perseguir. Por otro lado la construcción que suponen las palabras "violencia contra la mujer" es un plural sumamente complejo para reducirlo a un hecho, siendo que el mismo se repite en miles y miles de historias, en muchos países, de distintas formas, algunas incluso no reconocidas como violencia por las mismas víctimas.

Lo que si es motivo de recordación es el crimen cometido contra las Hermanas Mirabal, fíjese que pongo la primera letra de la palabra hermanas en mayúscula. Esa mutual se ha vuelto eterna, junto al recuerdo doloroso de lo que fue un vil asesinato que hace arder las vísceras de los más sensibles, al tiempo que parece servir de colchón para acomodar agendas personales e incluso significar nada para otros tantos.

No llevo el apellido Mirabal más allá de la indignación que me produce recrear lo que sufrieron esas mujeres y Rufino Antonio, quien conducía el jeep que las transportaba. No, no soy una de las Mirabal, pero en honor a su memoria entiendo que el día en que se recuerda la horrenda desaparición de las hoy llamadas Mariposas no debe ser el mismo al que se recurra para llamar la atención al mundo sobre la violencia que padecen millones de mujeres hoy día.

Hay una sutil torcedura en el significado del 25 de noviembre. Las Hermanas fueron asesinadas, sí, pero no por ser mujeres, sino que a pesar de ello, lo cual lo convierte en un evento aún más horrendo. Es una diferencia que no debe ignorarse. El crimen no fue de género, fue político. Las mataron por retar a un tirano, por revelarse contra el sistema cruel y represivo de una dictadura; las mataron porque decidieron no callar y pagaron con la vida, como pasó a muchos hombres que también fueron asesinados.

Asociar la lucha contra la violencia hacia la mujer a la fecha en que fueron masacradas a palos Las Hermanas Mirabal, puede inducir a la idea de que ellas fueron víctimas de violencia en sus entornos cercanos y familiares, esto para cualquier persona que no conozca la distinción de los hechos. De igual modo desvía la atención de un hecho histórico que marcó el principio del fin del Trujillato. El significado de este crimen se desdibuja al colocarse junto a una lucha que tiene de por sí mil y un méritos que le confieren identidad propia.

Las Mirabal vivían en hogares donde se hablaba de lucha, en una de ellas se escondían armas, incluso, pero no necesariamente era un ambiente familiar de violencia. Solo el sublime amor que recogen las cartas intercambiadas entre Manolo y Minerva, mientras ambos se encontraban separados precisamente por la lucha que llevaban contra el régimen, nos cuenta de la dulzura de la pareja, resultado natural, me atrevo a afirmar, de dos seres que no vivieron en medio de violencia más allá de la que significó el enfrascarse en la aventura de retar a un tirano. Por el contrario, la nobleza de las hermanas les llevó a constituirse en enemigas activas de un régimen dictatorial que se mantuvo por tres décadas.

Más allá del mercadeo de fechas de la ONU, el 25 de noviembre pertenece a Las Mirabal, por ser víctimas de una cruenta dictadura, importando poco o nada a sus asesinos que fueran mujeres. En su nombre, esta fecha bien puede ser motivo de recordación por todas las personas desaparecidas y asesinadas en las distintas dictaduras instaladas en nuestra América Latina. La ONU tiene mucho material en este sentido, y lo digo con mucho respeto hacia los países que vivieron estas terribles experiencias. Entre Chile, Paraguay, Argentina, Honduras, Panamá, me faltan países y sobra muerte. Y vale mucho la pena apelar a ello porque las dictaduras – al menos de este tipo, destaco- ya desaparecieron, pero sus víctimas no. Hay muchos que no saben dónde fue a parar el cuerpo de algún familiar y ese dolor les acompaña y les resigna a una pena quieta y silenciosa, cuando no, a una ira disfrazada de displicencia.

Para fines de imagen bien le ha valido a la ONU declarar ese día para la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer. Nada más "simpático" cuando nuestros gobiernos legislan de espaldas a ella y contra ella. Amén de que el empleo de la palabra "eliminación" sugiere un aliciente vacío, sin voz ni propósito, llevando al más iluso a pensar que están trabajando para ello. ¿Eliminar un problema que solo interesa hasta que el discurso de turno termine? ¿Fijando la vista donde conviene y alejándola de donde tienen que fijarla? Recordemos que la ONU reúne a todos los países de la región y del resto del mundo. Con voluntad política pueden eliminar lo que sea que quieran eliminar. Crear un día tomando un hecho tan sensible como lo fue el crimen cometido el 25 de noviembre de 1960 no resuelve nada. Eso, mientras las calles en muchos países rebosarán de mujeres hartas de violencia, este domingo. Aunque algunas de ellas no sepan quiénes fueron Las Mariposas y por qué las mataron.