Es necesario reducir las comisiones y comenzar a elevar las cotizaciones previsionales para devolver la tranquilidad y la esperanza a millones de trabajadores dominicanos

Desde que tomé consciencia de la magnitud del daño que las enormes comisiones están causando al crecimiento de los fondos dominicanos de pensiones,  pronostiqué que las AFP están matando la gallina de los huevos de oro.

Y créanme, ese es el camino que estamos trillando. Deberíamos aprender de la crisis que viven los trabajadores chilenos, al recibir  exiguas pensiones, a pesar de haber cotizado durante más de tres décadas para su retiro.

En Chile, las protestas se aglutinan bajo la consigna “NO + AFP”, al parecer estableciendo una distinción entre lo que es el sistema de capitalización individual y el impacto corrosivo de las enormes ganancias de las AFP.

Aquí, con menos educación e información, al denunciar las altas comisiones de las AFP, pocos diferencian el objetivo del sistema como tal, de lo que ha sido su lucrativa administración, como si se tratara de una relación indisoluble.

En las últimas semanas he charlado, hablado y explicado tales diferencias a mucha gente preocupada, y siento que una parte no la entiende, mientras otra no quiere entenderla, maldiciendo al dictador Pinochet.

Algo que ha calado rápidamente es la comparación  simplista de que, mientras los planes de reparto garantizan un 80% del último salario, las pensiones de capitalización sólo llegarán al 22%, y en el mejor de los casos al 40%.

De inmediato ponen de ejemplo a los planes del INABIMA, de la UASD y del Congreso, entre otros, argumentando que esos modelos son más beneficiosos, porque generan mayor tranquilidad, y garantizan mejores pensiones a los trabajadores.

No es posible generalizar el modelo de INABIMA

Los sistemas de reparto se basan en crecientes desequilibrios actuariales de carácter  estructural, porque prometen entregar a sus afiliados pensiones superiores a sus aportes y utilidades. Y porque el reparto es discrecional.

Si bien esta práctica es posible para pequeños grupos, no es posible generalizar este modelo para toda la población. Lo que las minorías reciben más, representa lo que las mayorías recibirán de menos. Aquí no hay posibilidad de milagros.

Cuando se trata de planes de repartos públicos, como los citados, los déficit recaen sobre los hombros de todos los contribuyentes, porque esas instituciones se nutren del presupuesto nacional.

Y cuando el sistema de reparto incluye a los trabajadores privados, los déficits son cubiertos con los aportes de los trabajadores activos, generando un déficit generacional, que empobrece a las presentes y futuras generaciones.

La alarma y la inquietud de la gente es tal, incluyendo a dirigentes con formación y consciencia social, que me han dicho, “existe una diferencia muy grande entre un 22% y un 80%, por lo que siempre estaremos mejor, aunque existe un margen de error”.

Mientras tanto, y a pesar de esta creciente preocupación, acentuada en ocasión del proyecto para modificar la Ley 87-01, ninguna autoridad le ofrece explicaciones y orientación a la gente, dejando que la incertidumbre siga su agitado curso.

Y tampoco las AFP dan la cara, apostando a que con su enorme poder e influencia financiera, podrán mantener indefinidamente esta situación injusta y distorsionante, conscientes de que están matando la gallina de los huevos de oro.

Creo que ha llegado la hora de pensar y actuar con visión de futuro. Esperamos que las autoridades presenten una solución adecuada que reduzca las comisiones, y al mismo tiempo, eleve gradualmente los aportes, como la única vía de garantizar mejores pensiones a más de tres millones de trabajadores dominicanos.