Imágenes como ésta del Ingenio Consuelo posiblemente de mediados de los años 30 te llevan a muchas preguntas. Las primeras comienzan con el autor, sus intenciones. Luego la insertas en el ojo de la época, las comparas con fotos similares en enclaves de explotación azucarera en el Caribe. Sales y entras de nuestra media ínsula, te preguntas por el “objeto postal” y el meramente “fotográfico”.

Como encuentras respuestas genéricas, consabidas, junto a otras que alargarían estas páginas, entonces simplemente delimitas a lo que sí realmente puedes llegar. Aquí adelantaré las conclusiones: lo que tengo de frente es la zapata sobre la cual se erigiría uno de los poemas esenciales del siglo XX dominicano, “Los inmigrantes, de Norberto James Rawlings.

El Ingenio Consuelo ha sido uno de los más destacados dentro de los enclaves azucareros de República Dominicana. Primero, por la calidad de su migración, de una mano de obra cualificada proveniente de las islas inglesas del Caribe y que reforzaría el carácter multicultural de la sociedad dominicana. Luego, debido al béisbol, a la gran cantera de jugadores que han salido de sus predios.

El Consuelo de esta imagen puede ser el de un día de mercado. El solar es amplio, con árboles solo al fondo. A la izquierda se divisa una de las típicas estructuras del ingenio, al fondo posiblemente almacenes, y en todas partes, obreros, mujeres, hasta niños. Los gestos demuestran festividad, relajamiento. No estamos frente a aquellos campesinos vestidos fotografiados por August Sanders y pensados por John Berger en su clásico estudio sobre fotografía: aquí los sujetos se ponen la ropa que les ajusta. Todos tienen sombreros, como debía ser. Se respira un orden en término de movimiento pero también se destaca una sensación de no pertenencia. Es como si todos hubieran sido descargados para hacer la coreografía de un día de mercado más que precario para luego retirarse a sus otras labores. Podemos dudar también de que se esté escenificando “algo”, pero en los hechos no estamos ni frente a un mercado en el sentido propio del término ni tampoco frente a un patio para asumir algún tiempo libre. Y sin embargo, el tiempo libre sí existe. También se puede percibir esa respuesta de cuerpo bien vestido frente a las inclemencias naturales del trópico en esa zona Este del país. Y finalmente, lo más refrescante de la imagen, lo que muy escasas veces hemos visto con fotos/postales de esta época: gente sonriendo, como si hubiese cierta complicidad entre el acto de tomarse fotos y disfrutárselo.

Norberto James Rawlings escribió sobre los cocolos:

“Aún no se ha escrito
la historia de su congoja.
Su viejo dolor unido al nuestro.”

No sé si en algún momento se podremos hacer conciencia sobre esta parte de la población dominicana que llegó como extraña y que luego se asumió dentro de nuestras más íntimas raíces. Digo: una conciencia crítica, un recuento de sus procesos más allá del pintoresquismo folklorizante. Elementos hay muchos: comenzando por la gran poesía de Norberto y siguiendo por la pintura de Nadal Walcott, para seguir por esas logias y churches y también sembradíos de caña regados por el sudor, el esfuerzo, algunas veces la tragedia de ser “otro” y también muchos.

El Ingenio Consuelo es metáfora de una parte del país que requiere más luz, más atención: la de una clase obrera inicial que luego se fue desparramando hasta ser uno de los pilares de esa media Isla que denominamos nuestra.