La hermana que dispone sus manos en una zona amplia de los sentidos: puede estar orando o simplemente se resigna ante la catástrofe. Su ambientación no remite a otra cosa que no sea la de asumir la violencia de la naturaleza. La hermana puede ser un personaje de Durero.

La escena es genérica. Puede ser en cualquier ciudad que esté en la ruta de esas inclemencias que son los huracanes. Sabemos que estamos en Santo Domingo, luego de San Zenón, en 1930, por la información en el reverso. La foto postal ha sido editada por la Cruz Roja americana, Sección de Ponce, y ha sido editada “Pro-Santo Domingo”.

Cruz Roja

Gesto solidario por parte de Puerto Rico, la confirmación de que formamos una familia antillana, de que la presencia de Hostos aquí y tantos dominicanos allá como en casa, eso es lo manifestado.

¿Habrán buscado fondos de ayuda mediante la emisión de esta postal? Esa puede ser la conclusión más lógica. No lo sabremos. En algún momento habremos de considerar la importancia de la Cruz Roja en nuestro archipiélago y la manera en que nos ha acercado. Por ahora transitamos por estas ruinas, junto a la hermana. El contraste entre la madera derruida y la columna al fondo como prueba de que algo sobrevivió a los embates del ciclón ha sido realizado con una gran pericia compositiva.

Estamos ante una estética del desastre: la correspondencia de los elementos armónicamente compuestos y el saber consecutivo de que estamos sobre un paisaje de devastaciones.

A veces el arte acoge de manera consoladora lo que en la realidad no es más que dolor.